“Nació en una cena entre amigos, cuando una amiga (con un poco de envidia y mucho despecho) dijo en voz alta: "En otros países ya hay bares para resentidos... ¡y son re divertidos!” contó.
Lo que para muchos hubiera quedado en una broma de sobremesa, para Meyer fue una semilla. “Vi una oportunidad. Empecé a investigar y desarrollar un concepto que trajera esa idea al plano local. Pensé 'esto va a explotar'”, recordó. No tardó en sumar a sus socios y amigos Guido y Adrián. Juntos, entre ideas, cervezas y entusiasmo, pusieron en marcha lo que sería más que un bar: una experiencia emocional completa. Así nació el Grupo MGA.
“Hubo varios intentos de nombres, uno de ellos, Doña Reina, pero ninguno terminaba de convencer. Hasta que, en un momento de ansiedad solté Ay, que se llame María Dolores entonces. Hubo un silencio. Y de repente, todos gritamos: Ese es María Dolores. Fue un momento mágico. Ese nombre lo tenía todo: drama, ironía, historia y mucho despecho” narró Gustavo.
Cada mesa cuenta con su propio micrófono para que los clientes puedan cantar desde donde estén. Las canciones, cuidadosamente seleccionadas, parecen sacadas de viejos cassettes de corazones rotos y noches interminables. Y los tragos no son simplemente bebidas: son “fórmulas” para curar penas.
“Cada bebida tiene nombre de “medicamento emocional”, con fórmulas diseñadas para tocar la fibra de quienes se animan a más que una noche de copas. Fiestonil, Amorina, Embellesomoll, Fernetron, cada trago viene con dosis de nostalgia, fiesta o adrenalina, según lo que el alma del cliente necesite. Todo está diseñado para que, en algún momento, algo del pasado, una canción, una imagen, un sabor te toque. Y ahí empieza todo: el canto, la risa, el brindis inesperado”, explicó.
El más recomendado por la casa es el Fiestonil, un cóctel que Meyer describió como “intenso, nostálgico y fiestero”. Una definición que, curiosamente, también se aplica al espíritu del bar.
A pesar del nombre, María Dolores no es un templo al sufrimiento. El desamor es apenas la excusa, el punto de partida para algo mucho más grande: la nostalgia compartida y el renacer de la alegría. “Nuestros eventos no giran en torno al dolor, sino a cómo lo transformamos. La tristeza puede estar ahí, pero se baila”, afirmó Meyer.
Y es ahí donde el bar ofrece un espacio donde las emociones tienen permiso de ser lo que son, sin filtros ni pretensiones. Un lugar donde llorar es tan bienvenido como brindar. “No trabajamos con promociones tradicionales. En cambio, tenemos calendarizadas activaciones especiales a lo largo del año, sobre todo en fechas festivas o emocionalmente significativas. Tampoco faltan los paquetes para grupos: cumpleaños, reuniones, despedidas o cualquier excusa para brindar. Pero siempre con el foco en lo emocional, no en el precio. No queremos que la gente venga por un descuento. Queremos que venga porque sabe que esa noche puede pasar algo inolvidable”, comentó.
Para Meyer y sus socios, María Dolores es apenas el primer capítulo de una historia que promete expandirse. Grupo MGA ya está trabajando en nuevas experiencias con el mismo enfoque: lugares con alma, que ofrezcan vivencias, no solo productos.