La expansión significativa hasta el año 2014 de la venta de vehículos & maquinarias, y de la construcción de viviendas, propició el crecimiento del sector asegurador, con fuerte enfoque hacia aspectos comerciales antes que técnicos en lo que a la suscripción de riesgos se refiere.
Por ejemplo, en la sección de pólizas de vehículos esa situación del mercado condujo a una agresiva reducción de tarifas para mantener o captar clientes y al ofrecimiento de agregados en términos de kits de alarmas, polarizados, alfombras, oficinas de atención al asegurado, entre otros.
Todo esto, junto con el pago de importantes comisiones a intermediarios y contratos de reaseguros en los que las compañías retienen un alto porcentaje de los riesgos, asumiendo la totalidad de los siniestros de alta frecuencia y menor severidad.
La desaceleración de la economía a partir de 2015, con impacto en los segmentos citados precedentemente, la inercia comercial del sector asegurador de años anteriores, la habilitación de nuevas compañías aseguradoras en un mercado pequeño con un número importante de entidades (35 compañías en operación) y las exigencias regulatorias amplificaron los desafíos del sector asegurador.
En particular, la ralentización del crecimiento anual de la producción de primas (5,8 % en el ejercicio 2016/2017, contra 18,8% en el ejercicio 2011/2012), con acotadas oportunidades de expansión en el futuro cercano, podría hacer que las compañías de seguros enfoquen sus estrategias comerciales en la posibilidad de capturar las carteras de sus competidoras para continuar aumentando la facturación y, con ello, diluir gastos operativos.
Esto, en una economía con baja penetración en la contratación de seguros, con excepción de las coberturas para automóviles, debido a la limitada conciencia ciudadana de la importancia de los seguros (vida, accidentes personales, hogar, salud, entre otros).
Puede esperarse que las políticas comerciales agresivas sigan afectando los márgenes de ganancias y, por tanto, restringiendo las posibilidades de inversión en capital humano, lo que dará origen a un círculo vicioso. En determinados casos, las compañías necesitarán introducir cambios en sus modelos de negocio para mejorar su rentabilidad, pero no contarán con los recursos económicos suficientes para reclutar el personal adecuado que conduzca dichos cambios, ni para implementar sistemas eficientes de gestión con énfasis en tecnología.
Al mismo tiempo, las desmejoradas condiciones económicas y la venta financiada de pólizas incidirán negativamente en las cobranzas de las compañías, en sus flujos de caja, en sus niveles de liquidez y en la constitución de previsiones por incobrabilidad. Todo ello impactaría, finalmente, en los resultados operativos (técnicos) netos de las aseguradoras.
En esta coyuntura, en el afán de preservar sus márgenes de ganancias, las compañías del sector podrían buscar coberturas de reaseguros a menores costos, a veces de compañías reaseguradoras con baja calificación y acotada trayectoria, con la consecuencia de una mayor exposición en riesgos de alta severidad. Sumadas a los acotados resultados operativos, las bajas de tasas de interés pasivas en el sistema financiero por colocaciones en depósitos a plazo, reducen los ingresos financieros y comprimen las utilidades netas de las compañías de seguros, afectando su capacidad de fortalecimiento patrimonial.
En este complicado escenario cobra relevancia la gestión estratégica de la alta gerencia de las compañías del sector para liderar los cambios que las situaciones mencionadas requieren. Pues, probablemente, el mayor riesgo para una aseguradora consistiría en no evolucionar dentro de un mercado que se encuentra experimentando un periodo de transición.
Fuente: Revista CADEP