Los testimonios en torno al amamantamiento ayudan a repensar en el apoyo a la lactancia materna. Por un lado, existen mujeres que se rehúsan a reconocer sus beneficios y, por otro, hay quienes ven lo positivo de dar de mamar al bebé.
La especialista mencionó que también los cuestionamientos giran alrededor del análisis de las dificultades, que se centran siempre en el agarre del pecho y no se mira qué hay alrededor, a pesar de los estudios que relacionan el estrés materno con las complicaciones en la lactancia.
“Tradicionalmente se ha puesto énfasis en la lactancia como una forma de alimentación, en la importancia del peso, del agarre; y esta es una mirada muy reduccionista, como si lactancia solo fuera una forma de alimentar. Ahora, incluso con todo lo que ha pasado en la pandemia, el periodo de lactancia es todavía un poco más mecanizada. Creo que es necesario cambiar esta mirada reduccionista que pierde muchas cosas ya que ha habido muchas críticas a este modelo de promoción”, puntualizó.
Olza consideró que la lactancia probablemente sea el escenario donde más claro se manifieste la encarnación del conflicto propio del patriarcado. Las madres que amamantan se verán sometidas a una presión constante para no hacerlo y las que no amamantan también estarán sometidas a presiones. Aseguró que este es el origen de buena parte de la culpa y de tanta depresión en las madres, el perpetuo conflicto interno.
Integrar la salud mental en la promoción de la lactancia
La profesional destacó que hay madres a quienes les ha sido más fácil amamantar y lo cuentan como algo sencillo, natural, pero hay otras que la pasan muy mal y esto genera mucha decepción, sienten un poco como que nadie los preparó para esta situación real.
Según la especialista, lo urgente es integrar la salud mental en la formación y el apoyo de la promoción de lactancia materna, debido a que no se ha ofrecido formación concreta en cómo atender a las madres que presentan psicopatologías.
“Hay casos de madres que presentan un problema de salud mental cuando les aconsejan que lo que tienen que hacer es destetar. Les dicen que deben destetar a su bebé de dos meses y les recetan un antidepresivo. Eso es una barbaridad, es una idea muy mala que ha hecho mucho daño. Existen grupos de profesionales que cuando ven a una madre deprimida piensan en la lactancia como un obstáculo en su recuperación y recomiendan un destete. Lo que yo propongo es justo al revés, que pensemos en la lactancia como una herramienta muy importante para la salud mental”.
Olza indicó que el sector farmacéutico aumentó las ventas de la adicción artificial, que en buena parte es una cuestión de marketing que va dirigido a la salud mental y la cuestión del análisis de las dificultades emocionales. “Para nosotras es necesario cambiar las perspectivas, y el énfasis hay que ponerlo en que la lactancia es sobre todo una relación, y tenemos que integrar eso con la sicología”, apuntó.
Modelo ecosistémico
La experta indicó que desde el Instituto Europeo de Salud Mental Perinatal proponen un modelo al que denominaron ecosistémico, que tiene que ver con ser capaz de ver el bosque y ver el árbol. Es decir, ver a la aliada, a la madre y al bebé, pero también tener en cuenta el contexto. Es más bien comprender la lactancia como una experiencia relacional, fundamental para el desarrollo humano.
Olza sostuvo que la lactancia materna es mucho más que los beneficios que otorga la leche. Para la profesional implica además comprender los aspectos psicológicos en esta relación de apego al inicio de la vida y entender que esta relación amorosa del bebé con la madre, además va a modelar el patrón para el resto de la vida.
“Llegamos a la conclusión de que la lactancia materna es la herramienta fisiológica del vínculo, es lo que ha previsto la naturaleza, no solo para el desarrollo afectivo, saludable de los bebés, sino también para la perpetuación de la especie, para que la crianza y la reproducción humana sean gozosas y placenteras. Sin embargo, esto está tan entorpecido en nuestra cultura que casi se ha perdido”, se quejó.
Olza consideró que este problema está presente sobre todo en el contexto social, ya que todos los tratos neurobiológicos también condicionan la conducta maternal, y la de una madre recién parida está marcada más que nunca por una sensibilidad materna. “El cerebro se transforma durante todo el embarazo y nos prepara para que nada más al nacer no soportemos oír llorar al bebé, tanto que queremos calmarlo en cuanto llora”, resaltó.