Iván Dumot: “Hoy el cambio es una constante, no una opción y uno debe amigarse con eso”

Ingeniero civil graduado en la UC y con una maestría, Iván Dumot se dedicó a la construcción durante 15 años y a la par emprendió otros negocios. Hoy es presidente de Distribuidora Gloria y titular del Centro de importadores del Paraguay (CIP). Recomienda a sus colegas involucrarse en los gremios, para hacer que los cambios se den en tiempo y forma efectiva.

¿Cómo empezó su carrera empresarial?

Comencé con la distribución de productos de consumo asociados a la construcción, principalmente en el rubro de aceros, desde la importación hasta la transformación y comercialización de ese material y varios otros.

Fui parte de la primera APP del país entre la municipalidad de Asunción y Vector y Asociados para la concesión del estacionamiento subterráneo, una experiencia nueva y distinta en ese entonces y vigente en la actualidad.

Posteriormente incursioné en el negocio de los productos de consumo masivo de la mano de los negocios de mi familia política y desde entonces estoy en el rubro haciendo lo que sé, innovar, mejorar cada año.

No dejo de lado el apoyo a mis hermanos que siguen llevando adelante los negocios de mi familia, donde actúo como consejero de ellos y de otros negocios del grupo. Tengo además 20 años de carrera gremial en el CIP, donde me precedieron y enseñaron grandes empresarios.

¿Qué obstáculos encontró para desarrollarse como empresario? 

El principal es que hace 20 o 30 años el acceso a la formación y a la capacitación no era tan fácil y rápido como hoy. Había que viajar, dejar todo lo que uno estaba haciendo, era más complicado. Hoy esa barrera no existe, hay capacitación en todas las formas y modelos adaptables a todo aquel que quiera aprender y crecer.

¿Cuál considera que es su mayor éxito como empresario? 

En mi carrera tengo más éxitos económicos que fracasos, de los que aprendí más que de los éxitos. El mayor es haber mejorado la calidad de vida de mi entorno, no sólo de mi familia sino también de mi equipo, de mis compañeros, de mis colaboradores. Me gusta ver crecer a las personas. Muchas de ellas se iniciaron con nosotros, ya se jubilaron, pero gracias al crecimiento personal y profesional pudieron criar hijos profesionales que hoy ya están trabajando con nosotros. Y el mayor logro es haber logrado la lealtad a toda prueba de mi gente. Eso es lo que me enorgullece.

¿Qué consejo le hubiera gustado recibir cuando estaba iniciando su carrera empresarial y se lo daría a otro empresario ahora?

Siempre hay alguien que sabe hoy más de lo que uno puede aprender en los próximos cinco años sobre algún tema en particular y contratar a las personas que conocen es mucho más efectivo que pagar el costo de la curva de aprendizaje. Ciertos empresarios piensan que nosotros tenemos que aprender, entender y saber el 100% de las cosas, y en ese afán nos embarcamos en pagar un alto costo en la curva de aprendizaje, cuando la realidad nos enseña que ante tanta diversidad y especialización, para eso están los especialistas en cada área.

¿Es el Estado un aliado o un problema para el empresario? ¿Qué le reclamaría?

El Estado es siempre un aliado. Sin él no podemos conseguir las oportunidades de mejorar, de crecer. Pero para ello tiene que ejercer su rol, aunque lamentablemente nunca se mueve al ritmo de un empresario o al del que los negocios privados requieren.

Por eso debemos involucrarnos en los gremios, para que esos cambios se den en tiempo y forma efectiva. Y les pediría a los gobernantes que mantengan una mirada aterrizada a la realidad, que no pierdan su cable a tierra cuando llegan a sus cargos y se mantengan conectados con el funcionamiento real de la economía para tomar sus decisiones.

¿Qué bondades y defectos tiene el empresario paraguayo?

Es tenaz, sufrido, paciente. No somos cortoplacistas como en otros mercados donde están acostumbrados a otra velocidad y el éxito de los negocios debe darse muy rápidamente. El empresario paraguayo está acostumbrado a empezar desde un pequeño negocio familiar e ir construyéndolo con los años y con las generaciones hasta convertirlo en una gran empresa. Esa mirada a largo plazo es una gran virtud. Los negocios necesitan tiempo, maduración y procesos para crecer y consolidarse y que sean duraderos en el tiempo.

Como defecto esa misma paciencia nos lleva a ser algo lentos en comparación con los de otros mercados. También tenemos déficit de formación, que suplimos con esfuerzo, pero hoy la capacitación y la formación son críticas para avanzar. Además, somos temerosos al cambio, sobre todo los que somos de generaciones más antiguas. Hoy el cambio es una constante, no una opción y entonces uno tiene que amigarse con eso y no resistirse.

El empresario actual ¿debe tener alguna formación profesional relacionada con el mundo de los negocios?

Para un empresario hoy, además de una formación universitaria, tener un MBA es una obligación; y eso, aparte de la experiencia que uno recoge por el camino, es clave. La velocidad de los cambios obliga a capacitarse y a formarse lo más posible en las nuevas tecnologías, entender las tendencias en ese campo, porque cambian los comportamientos, los hábitos, el mercado. Y si uno no está mirando vienen las sorpresas.

¿Un libro que todo CEO o gerente general debería leer al menos una vez en su vida?

Uno que me recomendó un amigo empresario de trayectoria internacional: Los próximos cien años, de George Friedman. Es una mirada al futuro y enseña que es más útil entender lo que va a pasar en los próximos años que repasar lo que ocurrió en el pasado.

¿Cuál es su recomendación para mantener a su equipo motivado?

Fundamentalmente con la confianza, darle enpowerment, dejarle hacer, ponerse a su lado como compañero y no como jefe, remangarse con ellos, que se sientan cercanos, presentes, una herramienta de solución y no una figura objeto de control.

¿Cómo lidia con el estrés que produce la actividad empresarial?

El estrés tiene varios efectos físicos, emocionales y de otra índole. Por el lado físico logré hacerme una rutina casi inviolable de ejercicios. La solución emocional pasa por dedicar el mayor tiempo posible a la familia. Y aunque cueste creer, el trabajo gremial es también una forma de descargar el estrés y en la que uno colabora en la solución de los problemas de otro y se siente útil, traspasando conocimiento, experiencia. Y como los problemas no son propios, uno siente que está colaborando, ayudando a resolverlos; y eso no genera estrés sino satisfacción, y eleva las endorfinas.

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