La participación en una inversión inmobiliaria implica unirse a un grupo de inversionistas para financiar la construcción de un proyecto de desarrollo, como un edificio de departamentos. En este tipo de inversión, los participantes aportan capital para cubrir los costos de construcción y, a cambio, reciben una parte de las ganancias generadas por la venta o el alquiler de las unidades una vez que el proyecto esté terminado.
La arquitecta Ma. Thereza Orué dijo que una de las ventajas es la diversificación del riesgo. “Al invertir junto a otros, el riesgo financiero se distribuye entre todos los participantes. Esto puede ser menos arriesgado que asumir la totalidad de la inversión de manera individual”, explicó.
Otra ventaja son los retornos potenciales altos. “Participar desde la fase inicial de desarrollo puede ofrecer retornos significativos si el proyecto tiene éxito, ya que los costos de adquisición suelen ser más bajos”, especificó la arquitecta.
Participar en grandes proyectos es una modalidad que permite a los inversionistas formar parte de proyectos más grandes y ambiciosos que probablemente no podrían financiar por su cuenta. Los desarrolladores profesionales gestionan el proyecto, lo que puede llevar a una ejecución más eficiente y rentable.
Entre las desventajas, la arquitecta mencionó el riesgo. “Si el proyecto no se completa o no tiene éxito, los inversionistas pueden perder su capital. Por otra parte, los inversionistas tienen menos control sobre las decisiones del proyecto en comparación con la compra directa de una propiedad y hay que tener en cuenta que la inversión en proyectos inmobiliarios suele ser a largo plazo y puede ser difícil liquidar la inversión antes de la finalización del proyecto”, expuso.
En contrapartida, comprar un departamento en el pozo implica adquirir una unidad en un edificio antes o durante su construcción. Los compradores generalmente obtienen un precio más bajo que el del mercado una vez que el edificio esté terminado, con la expectativa de que el valor de la propiedad aumentará.
Entre las ventajas, la arquitecta señaló el precio de adquisición más bajo. “Los compradores suelen obtener un descuento significativo en el precio del inmueble al comprar antes de la finalización del proyecto. También el potencial de apreciación: “una vez terminado el edificio, el valor de la propiedad suele aumentar, proporcionando una ganancia potencial para el comprador”, sostuvo. “Y, en algunos casos, los compradores pueden personalizar ciertos aspectos del departamento, como acabados y distribución, durante la construcción”, agregó.
Ahora, existe el riesgo de que el proyecto se retrase o no se complete, lo que puede afectar el valor de la inversión, esa sería la primera desventaja, también la incertidumbre del mercado. “Los cambios en el mercado inmobiliario durante la construcción pueden afectar el valor final de la propiedad”, dijo Orué. Subrayó también el compromiso de capital. “Los compradores deben comprometer capital desde el inicio, con la inversión inmovilizada hasta la finalización del proyecto”.
En conclusión, la arquitecta de Itasa consideró que ambas formas de inversión inmobiliaria presentan oportunidades y riesgos. “La participación en una inversión inmobiliaria dentro de un grupo desarrollador permite diversificar el riesgo y participar en proyectos de mayor envergadura, pero implica menos control y liquidez. Por otro lado, comprar un departamento en el pozo ofrece la posibilidad de adquirir propiedades a precios más bajos con un potencial de apreciación, aunque conlleva riesgos asociados a la construcción y la volatilidad del mercado. La elección entre ambas dependerá de los objetivos financieros, la tolerancia al riesgo y el horizonte temporal del inversionista”, recalcó.