Más allá de las enseñanzas formales, existe un vínculo entre la espiritualidad católica y el liderazgo empresarial. Muchos empresarios católicos encuentran en la fe un marco ético para la toma de decisiones. Por otra parte, la pronunciación de la Iglesia sobre determinados temas, llegó a modificar el sistema económico, como primer ejemplo, la usura.
Tal es el caso del Concilio de Nicea, en el año 325, cuando la institución religiosa condenó el cobro de intereses para el clero. Más tarde esto derivó en la generación de prácticas alternativas de crédito.
Por otro lado, Santo Tomás de Aquino desarrolló el concepto de precio justo, para lo cual explicó que este refleja el valor que la gente comúnmente asigna a un bien o servicio en función de su utilidad.
Mientras que en 1891 con la encíclica Rerum Novarum de León XIII, habló sobre la situación de los obreros y el rol del Estado en garantizar la justicia. Esta encíclica marcó el nacimiento de la Doctrina Social de la Iglesia, y desde entonces cada Papa ha profundizado y actualizado sus postulados.
Pío XI, Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI insistieron en la necesidad de armonizar los fines económicos con los valores humanos, resaltando la centralidad de la persona por encima del capital. Esta perspectiva influyó directamente en el rol del empresario, quien dejó de ser un simple generador de riqueza para convertirse en un agente de transformación social.
Juan Pablo II fue especialmente claro en este punto. En Centesimus Annus (encíclica, 1991) definió al empresario como alguien que “se compromete a organizar el trabajo y los recursos productivos con el objetivo de satisfacer las necesidades humanas”. Lejos de promover un antagonismo entre capital y trabajo, la Iglesia propuso una colaboración armónica entre ambas dimensiones, donde la rentabilidad no sea un fin en sí mismo, sino un medio para generar bienestar colectivo.
Benedicto XVI, por su parte, introdujo el concepto de “economía del don”, señalando que la lógica del mercado debe estar integrada con la gratuidad, la solidaridad y la confianza. En Caritas in Veritate, propone una economía civil donde las empresas no solo midan su éxito en cifras, sino en impacto social.
Con el papa Francisco, la Iglesia profundizó su mirada crítica sobre el sistema económico global. En encíclicas como Laudato Si’ (2015) y Fratelli Tutti (2020), Francisco denunció el descarte de los más débiles, la idolatría del dinero, la crisis ambiental y la desigualdad. Sin embargo, no condenó al empresario, sino que lo invitó a ser parte de la solución: “Los negocios son una noble vocación, orientada a producir riqueza y mejorar el mundo si se entiende que la creación de empleo es parte esencial del servicio al bien común”, señaló.
Además, el Francisco impulsó espacios como La Economía de Francisco, un movimiento global que reunió a jóvenes economistas, empresarios y agentes de cambio comprometidos con una nueva forma de hacer empresa, centrada en las personas, el planeta y la paz. Esto llevó a una renovación en la manera en que muchas organizaciones entienden su misión, incorporando principios de sostenibilidad, equidad y responsabilidad ética.
Habemus papam
Ayer, 8 de mayo, la historia cambió de página en el Vaticano. Robert Francis Prevost, cardenal estadounidense con un profundo vínculo con América Latina, fue elegido como el nuevo Papa de la Iglesia Católica, adoptando el nombre de León XIV. Su elección marca un punto de inflexión potencial en el liderazgo global, especialmente en tiempos de incertidumbre económica, conflictos armados y crisis de valores. Su primer mensaje al mundo fue: “La paz esté con nosotros”.
Un mensaje que llega en un momento de tensión entre grandes potencias, llamando a la unión y a repensar la forma de relacionarnos.
Su origen norteamericano y su experiencia en América del Sur podrían dotarlo de una capacidad única para mediar entre visiones polarizadas del mundo. En ese contexto, María José Cosp, vicepresidenta de la Asociación de Empresarios Cristianos (ADEC), celebró la elección con entusiasmo. “Estoy súper emocionada porque es un americano, pero que trabajó muchos años como misionero y obispo en Perú. Creo que eso habla mucho de que va a poder entendernos a todos”, dijo.
Cosp destacó el valor simbólico del primer mensaje de León XIV y cómo puede resonar más allá del púlpito. “Empezó con un mensaje súper claro de paz, y eso es un gran desafío para nosotros como empresarios: comenzar desde nuestras propias casas y empresas con ese mensaje. Hacer negocios, pero con las personas al centro”.
Desde la ADEC, Cosp impulsa el triple impacto como el nuevo paradigma empresarial: económico, social y ambiental. En esa línea, afirmó que la elección de un nuevo papa puede ser una brújula ética para los líderes corporativos. “No podemos ser católicos solo los domingos. Nuestra fe debe hacerse vida todos los días, en la forma en que lideramos, en cómo tratamos a nuestros colaboradores, en cómo cuidamos el medioambiente y las comunidades”.
El llamado de León XIV a la paz y a la unidad puede ser leído también como un llamado a la responsabilidad empresarial. En palabras de Cosp: “El Papa puede tener mucha influencia en este momento histórico. Empresarios, políticos, educadores, todos debemos poner de nuestra parte. La paz empieza desde lo más pequeño, desde nuestras propias decisiones”.
La elección de un pontífice con sensibilidad latinoamericana y origen estadounidense tiene un potencial geopolítico enorme. En tiempos de fragmentación y populismos, la Iglesia puede volver a ocupar un rol de mediadora y promotora de un liderazgo ético en el ámbito económico y social. “No importa si tu empresa es grande o pequeña. Desde tu lugar podés generar un ambiente de paz y respeto. Ese es el desafío real”, concluyó la vicepresidenta de la ADEC.