Según Sol García, directora creativa, y Jimena Gende, directora de arte de Agencia Nord, actualmente existen varias tendencias que están marcando la forma de presentar los empaques, como la sostenibilidad, la innovación estructural, entre otros.
Una de las corrientes más disruptivas que irrumpió con fuerza a nivel global es el Chaos Packaging, una tendencia que desafía las convenciones tradicionales del envase para sorprender y capturar la atención del consumidor.
¿Qué significa el Chaos Packaging?
Productos que llegan al mercado en envases completamente inesperados: protectores solares en frascos de crema chantilly, tampones en potes de helado, o vodka en latas que simulan aceite de motor. Esta estrategia, más que una elección estética, es una jugada audaz para diferenciarse en entornos de compra visualmente saturados.
“El objetivo es romper con la monotonía y captar la atención en los pocos segundos que dura el escaneo de una góndola”, explicaron las especialistas. Sin embargo, advierten que esta estrategia presenta riesgos significativos: “El problema aparece cuando la creatividad prima sobre la funcionalidad. Vimos casos en los que los usuarios incluso niños confundieron productos de cuidado personal con alimentos debido al diseño del envase” comentaron Sol y Jimena.
En paralelo al caos creativo, hay una línea de pensamiento que se afianza con solidez: el diseño sostenible como norma y no como excepción. Según García y Gende, las marcas, principalmente las grandes ya no conciben el desarrollo de envases sin tener en cuenta su impacto ambiental. Aunque se trata de un camino gradual, los avances son tangibles.
“Desde Nord, de la mano de nuestros clientes, hace al menos 5 años que estamos trabajando en la reducción de plásticos en las propuestas, lo que se traduce en menos ventanas o partes abiertas de un packaging, esto nos lleva a pensar en el sistema de seguridad antirrobos para que el producto no pueda ser sustraído del empaque cuando esas ventanas quedan abiertas”, mencionó García.
Otro eje central es la modularidad del packaging, es decir, diseñar envases que se apilen y trasladen de forma más eficiente, ocupando menos espacio y reduciendo el uso de embalajes secundarios. Esta optimización abarata los costos logísticos, y reduce la huella de carbono del producto.
“El buen diseño no es solo una cuestión estética. Involucra comunicar bien, estructurar con inteligencia y usar los materiales de forma eficiente. Es una filosofía integral”, indicó Jimena.
En cuanto al lenguaje visual, el minimalismo impactante sigue marcando la cancha. Para Sol y Jimena, el diseño actual apuesta por reducir los elementos a lo esencial, transmitiendo un mensaje claro y contundente en segundos.
“Estamos viendo un uso más intencional de tipografías llamativas combinadas con colores atípicos, que generan contrastes fuertes y capturan la atención sin necesidad de saturar”, dijeron. Esta tendencia va de la mano con un viejo pero poderoso recurso: el espacio en blanco. “No tener miedo al vacío es clave. Entre tanto ruido visual, el blanco puede ser un grito que dice más que mil adornos” añadieron.
Otro punto es cuando una marca decide renovar el empaque de su producto, hay dos objetivos primordiales: llamar la atención y reforzar su identidad. “El envase debe destacar en la góndola, pero sin volverse irreconocible para el consumidor fiel”, señalaron.
Además, el packaging debe responder a las necesidades del producto desde lo estructural, no es lo mismo diseñar un estuche para una botella de vidrio que para una caja de sérums faciales. “Cada material, cada forma, cada cierre tiene una razón funcional además de estética. Y eso debe pensarse desde el inicio del proceso”, explicó Gende.
En cuanto a los desafíos para el packaging contemporáneo es la adaptación a distintos mercados y públicos objetivo. “Diseñar para públicos distintos requiere entender cómo habla la gente, qué espera del producto, qué la motiva y cómo interpreta los símbolos que usamos”, aclararon las especialistas.