¿Cómo empezó su carrera empresarial?
Empecé en una agencia que se llamaba Bilbao Young & Rubicam, y ahí descubrí qué era lo que me gustaba hacer. Empecé con un trabajo de pasante y redactor junior y, a partir de ahí, encontré el lugar donde me gustaba hacer las cosas.
Esa agencia, lastimosamente, se cerró, y ahí nos quedamos sin trabajo. Y todas las personas que estaban en esa agencia empezaron a abrir sus propios emprendimientos, y tampoco nos llamaron. Decidimos nosotros, con Rodrigo, mi socio en ese momento, abrir un pequeño estudio de diseño, llamado Guanes & Weiberlen, y empezamos a trabajar con los clientes que nos habían quedado de la agencia que se había cerrado. Iniciamos con dos personas, una computadora, y empezamos a hacer pequeños trabajos. En realidad, hacíamos de todo: incluso tarjetas de 15; hacíamos un poco de todo.
Cada año fuimos creciendo un poquitito más: el siguiente año éramos cuatro; el siguiente, ya éramos 12; el siguiente, 20… y así fuimos creciendo cada vez más y trabajando más profesionalmente también.
Después cambiamos el nombre de Guanes & Weiberlen por Oniria, porque se suma también como socio Laucha Arce. Vamos a decir que hoy, con 24 años, esa historia comenzó en un pequeño estudio de diseño entre dos personas… y hoy somos una agencia con 72 personas.
¿Cuáles considera que fueron las dificultades más importantes que pasó durante ese proceso?
Al inicio, siempre pusimos como objetivo principal hacer lo que nos gusta hacer. Entonces, al ponernos el filtro de hacer cosas que nos gustaban, no siempre eran las más rentables. Al comienzo, la agencia no era muy rentable: no ganábamos mucho, y ese esfuerzo que le dedicábamos al trabajo no se veía retribuido en una ganancia. Esos fueron, al principio, los procesos más complejos: cómo realmente podíamos hacer lo que nos gusta y, al mismo tiempo, ganar plata.
¿Qué obstáculos encontró para desarrollarse como empresario?
El principal es que pensamos solamente en el mercado de Paraguay y no pensamos regionalmente, y menos aún globalmente. Entonces, nos ponemos una limitación: la de trabajar, pensar ideas y operar solo para el mercado local, y eso nos limita.
Muchas veces es una limitación mental y no una limitación física. Romper ese mindset nuestro, de que solamente podemos trabajar para el mercado local, y empezar a mirar otros mercados fue un gran desafío. Por suerte, lo pudimos hacer: romper ese mindset y empezar a mirar al mundo, no solamente a Paraguay.
¿Cuál considera que es su mayor éxito como empresario?
Considero que es ser fiel a perseguir los sueños. Eso es parte de nuestra esencia. Oniria viene del mundo onírico, que viene del mundo de los sueños. Nosotros fuimos muy fieles en perseguir sueños, y le pusimos mucha pasión a ese camino. Nos propusimos sueños que parecían imposibles, pero en realidad son esos sueños los que te llevan lo más lejos posible.
¿Qué consejo le hubiera gustado recibir cuando estaba iniciando su carrera empresarial y se lo daría a otro empresario ahora?
Lo principal es encontrar una pasión y encontrar algo que te guste hacer, y perseguirlo. Primero hacer las cosas que te gustan antes que poner el beneficio económico adelante.
¿Es el Estado un aliado o un problema para el empresario?
Cuando empezamos, siempre entendimos que la comunicación es un trabajo colectivo. Las industrias creativas son un trabajo colectivo, lo que implica que trabajamos con productoras, fotógrafos, actrices, actores, un montón de gente.
En ese trabajo colectivo, cuando queremos proyectar una imagen hacia afuera del país, es fundamental el trabajo en conjunto con el Estado, que el Estado encuentre el valor de las industrias creativas en Paraguay.
Las industrias creativas transmiten una imagen de marca extremadamente positiva al exterior. Cuando vemos buenas noticias de Paraguay en el mundo, normalmente están relacionadas o a las industrias creativas o al deporte. Entonces, esa es una gran vidriera que tiene Paraguay: demostrar el talento creativo internacionalmente y que eso genere curiosidad hacia el país.
¿Qué bondades y defectos cree que tiene el empresario paraguayo?
Creo que el principal defecto es que nos limitamos a pensar en el mercado local. Es como esa barrera mental que nos ponemos de no mirar al mundo.
Las bondades, creo, están en la confianza. Las relaciones se generan en base a confianza. Esa confianza se construye a partir de la experiencia y del trabajo. Y creo que ese es un gran valor del empresario paraguayo: poder sentarte y confiar en un partner.
¿El empresario actual considera que debería tener alguna formación profesional relacionada con el mundo de los negocios?
Sí, 100%. Hoy la formación ejecutiva es cada vez más importante: tomar ciertos cursos que, de alguna manera, nos actualicen. Nunca dejamos de aprender, y nunca deberíamos dejar de estudiar o de capacitarnos. Porque el mundo está en constante cambio, todo el tiempo necesitamos actualizaciones. Igual que los sistemas informáticos, nuestro pensamiento necesita actualizaciones.
¿Cree que hay algún libro que todo CEO o gerente general debería leer al menos alguna vez? ¿Tiene recomendación?
Si nosotros llenamos nuestra cabeza de cosas interesantes, van a salir cosas interesantes. Si no consumimos cosas que nos nutran, es muy poco probable que de nuestra mente salgan ideas que después nutran a otras personas.
Entonces, en este mundo de información en el que vivimos, hablamos de estar siempre en modo esponja: absorber con mucha curiosidad todo lo que está disponible y todo lo que nos pueda nutrir.
Y eso puede ser desde un blog, un libro, una nota o un video en TikTok. Donde sea que venga el contenido, si nos nutre y nos inspira, va a ser interesante.
¿Cuál es su recomendación para mantener a su equipo motivado?
Es compartir un poco las mismas ambiciones, esas ambiciones que tenemos como personas, como profesionales y como equipo.
¿Cómo lidia con el estrés que de repente le produce la actividad empresarial?
Trato de pasar un tiempo con la familia y con amigos. Los sábados de fútbol con amigos son como desenchufarse de los problemas, y entre semana, con la familia.
¿Alguna frase que lo defina?
Sí: hacer las cosas que nunca pensábamos que podíamos hacer.