El 2024 cerró con un volumen históricamente bajo de procesamiento de soja. Hasta octubre, la industrialización de oleaginosas alcanzó 2.574.361 toneladas, una reducción de más de 140.000 toneladas comparado con el mismo periodo de 2023. Este déficit se traduce en una utilización del 64% de la capacidad instalada, cuatro puntos porcentuales menos que el promedio de los meses anteriores.
Datos de la Cappro indican que el declive se acentuó mes a mes desde mayo, cuando se registró un pico de 329.000 toneladas procesadas. De hecho, aproximadamente el 75% de la producción total de soja del país —estimada en 10,52 millones de toneladas— se procesó en el extranjero, dejando al país con una capacidad ociosa del 40%.
En términos económicos, las exportaciones del complejo soja —incluyendo granos, aceite, harina y cascarilla— generaron hasta octubre un total de US$ 4.027,05 millones de dólares, una caída del 5% respecto al mismo periodo del año pasado. Esta disminución refleja las dificultades de la industria local para competir en igualdad de condiciones frente a los mercados extranjeros.
Uno de los principales desafíos mencionados por la vocera de la Cappro es la falta de políticas que permitan a las industrias locales aprovechar plenamente su capacidad instalada. La ausencia de un tratamiento fiscal equitativo, como la devolución del IVA al exportar productos industrializados, limita la competitividad de las plantas procesadoras paraguayas frente a sus pares internacionales. Esta situación compromete el presente y el futuro del sector, según Noguera.
A pesar de las dificultades, el 2024 también trajo hitos relevantes para la agroindustria. La firma del acuerdo comercial entre la Unión Europea y el Mercosur representa un avance significativo, abriendo nuevas oportunidades para mejorar las condiciones de exportación de productos agroindustriales.
Otro logro destacado fue el reconocimiento de Paraguay con el grado de inversión, un hecho histórico que fortalece la posición del país en el panorama global. “Las agroindustrias desempeñaron un papel preponderante en este logro, sustentando indicadores que ayudaron a mejorar la calificación del país”, enfatizó Noguera. Entre estos indicadores se incluyen el crecimiento del PIB a un promedio anual del 4,1% entre 2010 y 2019, la diversificación de la economía y la resiliencia a los shocks climáticos.
El próximo año presenta tanto desafíos como oportunidades para la industria aceitera. La Cappro proyecta una producción récord de soja, lo que abre un potencial significativo para aumentar el procesamiento local y reducir la capacidad ociosa. Sin embargo, esto dependerá de la implementación de medidas como el tratamiento fiscal justo y otras políticas que nivelen el campo de juego competitivo.
“Queremos consolidar una industria que pueda aprovechar al máximo el potencial de Paraguay, suministrando proteína vegetal y grasas sostenibles para el mundo, mientras contribuimos al desarrollo económico y social del país”, afirmó Noguera. Además, el gremio espera que las condiciones climáticas sean favorables para asegurar una buena campaña agrícola y, con ello, la estabilidad del sector.