La investigación analizó datos de más de 105.000 personas que participaron en los estudios Nurses' Health Study y Health Professionals Follow-Up Study entre 1986 y 2016. El grupo, compuesto en un 66% por mujeres con una edad promedio de 53 años al inicio del estudio, fue evaluado durante tres décadas para determinar qué patrones alimentarios contribuían a un envejecimiento saludable.
De los 105.015 participantes, solo el 9,3% (9.771 personas) lograron alcanzar los 70 años con una salud integral: sin enfermedades crónicas, con buena memoria y capacidad física suficiente para realizar actividades cotidianas.
Los investigadores evaluaron ocho patrones dietéticos distintos, incluyendo la dieta mediterránea y el Índice de Alimentación Saludable Alternativa (AHEI, por sus siglas en inglés), diseñado para reducir el riesgo de enfermedades crónicas.
El análisis reveló que todas las dietas estudiadas mostraron una relación positiva con el envejecimiento saludable. Sin embargo, el Índice de Alimentación Saludable Alternativa destacó como el modelo más efectivo, con un 86% más de probabilidades de envejecer saludablemente en comparación con quienes obtuvieron las puntuaciones más bajas en esta dieta.
Las dietas que favorecieron el envejecimiento saludable tenían elementos en común: un alto consumo de frutas, verduras, cereales integrales, frutos secos, legumbres y grasas insaturadas. Asimismo, se identificó que limitar la ingesta de carnes rojas y procesadas, bebidas azucaradas, sodio y grasas trans era determinante para obtener mejores resultados.
"No se trata solo de vivir más tiempo, sino también de mantener una buena salud en las últimas etapas de la vida", destacó Marta Guasch-Ferré, profesora adjunta de nutrición en la Escuela de Salud Pública TH Chan de Harvard y autora del estudio.
Este hallazgo se alinea con la reciente postura de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que enfatiza la importancia de preservar la capacidad funcional y prevenir el deterioro asociado con el envejecimiento. Este cambio de paradigma apunta a mejorar la calidad de vida de los adultos mayores, alejándose del enfoque tradicional centrado exclusivamente en la prevención de enfermedades.