La protagonista de esta historia es Ana Oviedo, ingeniera industrial de profesión, repostera por pasión y ahora propietaria de este nuevo punto de encuentro junto a su esposo Edilio Villamayor. Bajo el lema “Café de calidad, momentos reales”, Coto Café busca algo más que servir un buen espresso, quiere crear una experiencia donde cada taza se conecte con la calidez del hogar.
“Desde chiquitita me encantó cocinar. Cocinaba con mi mamá, que expresaba su amor a través de la comida. Ella me enseñó todo lo que sé”, contó. Aunque su camino profesional inicialmente la llevó por la ingeniería industrial, la vida la fue devolviendo poco a poco a los sabores de su infancia. “Empecé a hacer postres en mi casa para vender, abrí una tiendita online, la gente empezó a pedirme más y sin darme cuenta, ese hobby se volvió mi proyecto de vida”, agregó.
El nombre del local también tiene historia. “Desde chica mi hermana me decía Coto, y quedó así. Cuando abrimos, con mi esposo sabíamos que tenía que llamarse así: Coto Café. Es parte de mí”, contó Ana. En la carta, el protagonista es el café de especialidad Quinto, tostado en Paraguay y preparado por baristas formadas especialmente para el proyecto. “Queríamos ofrecer un café realmente bueno, preparado con conocimiento y cariño”, explicó Ana.
Pero el café no llega solo, el menú propone un equilibrio entre lo clásico y lo fresco. Hay tostadas con aguacate y huevos revueltos, focaccias recién horneadas, bowls de frutas, jugos naturales y opciones para desayunar, brunchear o simplemente acompañar una buena charla. “La focaccia se volvió la estrella de la casa”, confesó Ana. “La gente la pide muchísimo, junto con las tostadas con palta y los huevos revueltos. Nos encanta ver que disfrutan cada detalle”, detalló.
Más allá del menú, Coto Café también se distingue por su enfoque humano. “Las chicas que trabajan conmigo son todas jóvenes, de entre 18 y 23 años. Para dos de ellas, esta es su primera experiencia laboral. Las capacitamos desde cero y queremos darles ese espacio para crecer, expresarse y aportar ideas nuevas”, explicó. La cocina se convierte así en un lugar de aprendizaje, creatividad y oportunidades. “Nos gusta que ellas propongan cosas distintas. Queremos ir sacando postres y platos nuevos, ir renovándonos y sorprender siempre a quienes nos visitan”.
El ambiente del local es íntimo y encantador: mesas adentro y afuera, luz natural, música suave y una atmósfera tranquila que invita a quedarse. “Es un lugar pequeño, pero muy acogedor. Queremos que la gente se sienta como en casa, que venga a trabajar, relajarse o simplemente disfrutar un buen café sin apuro”, explicó.
Ella y su esposo están presentes todos los días, atentos a cada detalle. “Queremos que nunca se pierda esa esencia de cercanía, de recibir y atender bien. Que cada persona que entre sienta que este también es su lugar”, afirmó la propietaria.
El recibimiento del público ha sido más que alentador. “Estamos muy felices”, dice Ana. “La gente nos recibió con mucho cariño, y sentimos que esto recién empieza. Soñamos con crecer, pero sin perder la esencia: ofrecer calidad, atención cálida y momentos reales”, concluyó.

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