“Somos 33 productores y trabajamos desde las plantas medicinales hasta especies nativas”, afirmó a InfoNegocios Eliseo Rolón, integrante de la organización, quien destaca que la diversidad y la constancia son los motores de este ecosistema productivo.
El grupo tiene su base operativa a la altura del kilómetro 48 de la Ruta PY02 (a 200 metros del Kurusu Peregrino, en la ciudad de Caacupé), un punto donde la naturaleza, el turismo y los negocios convergen. En ese espacio se alza una infraestructura que, más allá de lo productivo, funciona como un showroom permanente. Allí, además de plantas ornamentales, los visitantes encuentran un orquidario que concentra algunas de las especies más apreciadas del país, un activo que no solo atrae coleccionistas, sino que posiciona a la asociación en un nicho de alto valor agregado.
Rolón reconoce que el sector enfrentó desafíos logísticos durante años, lo que limitaba su capacidad de participar en ferias y posicionarse en mercados de mayor volumen. Esa realidad cambió en 2023 con la incorporación de un vehículo utilitario, entregado mediante el proyecto Clima, que marcó un antes y un después. “Fuimos beneficiarios y, gracias a eso, hoy podemos participar en ferias organizadas por el Ministerio de Agricultura y Ganadería”, subraya. Para un rubro donde la exhibición y el contacto con el público son cruciales, la movilidad se convirtió en una herramienta estratégica, no solo para vender, sino para construir marca.
El impacto de esa inversión se refleja en la presencia constante de Aflocor en circuitos comerciales urbanos. La organización participa regularmente en eventos que conectan a productores con consumidores finales, un espacio donde se producen dos movimientos interesantes: dinamiza las ventas de temporada y, al mismo tiempo, incrementa el conocimiento sobre las especies nativas y medicinales. En un contexto donde el consumo consciente crece, los productores de Cordillera encuentran una oportunidad para diferenciarse por origen, sostenibilidad y saber tradicional.
Hoy, la capacidad instalada en el local alcanza aproximadamente 5.000 plantas, lo que permite operar con un flujo constante y abastecer tanto a visitantes como a compradores profesionales. Si bien el negocio está marcado por alta estacionalidad, los productores decidieron enfrentar esa realidad con una apuesta radical: apertura permanente. “Estamos 24/7, de lunes a lunes”, detalla Rolón, enfatizando que el objetivo es captar turistas, aficionados y compradores que circulan fuera de horarios tradicionales. Lo que para muchos sería un riesgo, para Aflocor se convirtió en un diferencial de mercado.
La floricultura, aunque asociada a belleza y decoración, es también un negocio exigente. Requiere inversión continua, conocimiento técnico, infraestructura y una logística capaz de sostener plantas vivas en condiciones óptimas. Por eso, el vínculo con el Ministerio de Agricultura y Ganadería no solo facilita acceso a ferias, sino también capacitación, asistencia técnica y herramientas que preparan a los productores para mercados más competitivos. En un país con potencial agrícola pero baja penetración del negocio floral, ese acompañamiento público–privado puede acelerar una transición hacia modelos más sostenidos y rentables.
Rolón destaca que el sector tiene espacio para crecer, aunque reconoce que el desafío está en profesionalizar la comercialización y conectar mejor con segmentos corporativos, paisajistas y centros urbanos. “Tenemos lo que la gente busca, pero necesitamos que se acerquen, que vengan y vean lo que tenemos”, insiste, en una invitación que funciona tanto como estrategia de captación como declaración de identidad.
Mientras Paraguay apuesta a diversificar su economía, la floricultura emerge como un sector con posibilidades concretas: empleo, productos de alto valor, articulación con turismo y una narrativa alineada a sostenibilidad. Aflocor, con sus 33 productores, su orquidario y su operación 24/7, se posiciona como un caso paradigmático de cómo modelos pequeños —bien administrados— pueden construir negocios relevantes desde el interior del país.
El desafío ahora es convertir esa capacidad en escala comercial, sin perder su esencia: plantas cuidadas a mano, saber campesino y una comunidad que florece con cada venta.
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