Tal y como asegura el Banco Mundial, entre 2011 y 2030 el consumo de energía eléctrica en América Latina ascenderá un 80%, provocado por el crecimiento demográfico de la región que desencadenará un incremento en el uso de aparatos eléctricos. Todo ello, sumado a una mayor actividad industrial, disparará la demanda de energía.
Como respuesta, y según la Agencia Internacional de Energías Renovables, América Latina ha invertido entre 2010 y 2015 más de 80.000 millones de dólares en energías renovables no convencionales. Un dato al que se suma que una cuarta parte total de la energía primaria de la región proviene de fuentes renovables, lo que la convierte en uno de los mercados energéticos más dinámicos del mundo.
Estas inversiones reflejan la rápida evolución que ha sufrido América Latina en el sector energético hacia una gama más diversificada de fuentes de energías renovables. Multitud de países, como Perú y Chile, ya han iniciado el cambio hacia una economía menos nociva con el medio ambiente mediante la firma de la Alianza de Energía y Clima de las Américas. El objetivo que persigue esta agrupación es aprovechar los abundantes recursos renovables de la región y aumentar la eficiencia económica mientras se reducen las necesidades de inversión en infraestructuras eléctricas.
Un futuro lleno de retos en energía renovable
América Latina deberá afrontar una serie de retos en cuanto a la estabilización y el aumento de la inversión en energía renovable. En primer lugar, la región deberá adaptarse a la aparición constante de nuevas tecnologías disruptivas que impulsarán la rápida transformación del modelo energético actual.
Además, la región también deberá planificar el futuro aumento del impacto del cambio climático en el suministro de energía y de sus costes, lo que supondrá tener que invertir más en seguridad energética.
Afortunadamente nuestro país lleva años previendo esta situación.
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