Esa búsqueda la llevó a explorar el terreno de lo artístico, donde finalmente encontró su lugar. “Empecé en un instituto, estuve casi un año, pero enseguida sentí que necesitaba ir más allá. Empecé a investigar, a mirar, a probar sola. Y cuando descubrí los efectos especiales, supe que eso era lo mío. Ese es mi verdadero amor”.
Lo que distingue a Samya es su formación autodidacta y su curiosidad constante, una característica que define a muchos de los grandes creativos. Aunque tuvo pasos por academias, su impulso por ir más allá la llevó a aprender observando y experimentando. “Casi todo lo que sé lo aprendí investigando y practicando. Del maquillaje social pasé al artístico, después a los efectos especiales, y ahí no paré. Viajé a Buenos Aires y a España para seguir formándome, porque quería dominar un rubro que acá todavía estaba muy poco explorado”, contó.
“Creo que mi base en maquillaje social me ayudó mucho, porque te da precisión y técnica, pero lo audiovisual exige mucho más: entender los tiempos, la luz, la piel, las cámaras. Todo cuenta”, añadió.
Además de su trabajo en producciones, Samya también enseña en la Universidad del Pacífico, donde es profesora de la materia Maquillaje para Audiovisual. “Van a ser nueve años que enseño ahí. Les muestro a los chicos todo lo que hay detrás del maquillaje: qué luces envejecen, cuáles dan vitalidad, cómo trabajar bajo diferentes tipos de iluminación. Es un mundo técnico, pero también artístico. En el audiovisual, el maquillaje es parte del alma de la escena”, indicó.
Su enfoque pedagógico busca formar profesionales capaces de entender que la brocha no solo embellece: construye personajes, emociones y atmósferas. “Siempre les digo que el maquillaje es invisible cuando está bien hecho. Si lográs que el espectador crea en ese personaje, en su dolor o en su alegría, entonces hiciste bien tu trabajo”, resaltó.
Aunque su perfil técnico y artístico le permite adaptarse a múltiples formatos, Samya reconoce dónde se siente más cómoda. “Soy muy de publicidad, ahí me siento completa y feliz. Pero cuando trabajé en series, fue una experiencia increíble”, confesó.
Uno de los hitos más importantes de su carrera fue su participación en la serie Marilina, una producción que marcó un antes y un después en la industria nacional. “Esa serie me dio un impulso enorme. Fue un trabajo de cuatro meses intensos, con mucho equipo, muchas noches y muchos personajes. Tenía que pasar de un payaso a un bailarín, de un moretón a un look de gala en cuestión de horas. Ahí aprendí a manejar los tiempos y la coordinación, que es lo más difícil del audiovisual. Si uno se atrasa, nos atrasamos todos”, relató.
Para Samya, el maquillaje es una disciplina que dialoga con la luz, la escenografía, el vestuario y la cámara. “El lugar donde se va a lucir nuestro trabajo es tan importante como el trabajo mismo. El maquillaje tiene que acompañar la estética general, porque una mala elección de tonos o texturas puede romper la armonía visual de toda una escena”, explicó.
En el ámbito publicitario, esa sensibilidad se traduce en campañas donde la piel debe transmitir naturalidad y vida; mientras que en la ficción, los desafíos son otros: heridas, envejecimientos, deformaciones o criaturas creadas desde cero con látex y silicona. “Una máscara o un prostético llevan su tiempo. Trabajo siempre con anticipación, estudiando el personaje con el actor o la actriz. Cada efecto especial tiene sus secretos, y ahí está la magia”, dijo.
El auge del sector audiovisual paraguayo también trajo consigo una revalorización de las disciplinas técnicas, entre ellas el maquillaje. Sin embargo, para Samya aún hay camino por recorrer. “Por suerte hoy hay más trabajo, más publicidad, más proyectos. El maquillaje está en todos lados: en la tele, en las redes, en el cine, en la vida cotidiana. Pero sigue siendo de esos elementos que pasan desapercibidos. En cambio, cuando no está bien hecho, se nota enseguida”, puntualizó.
Para ella, el mayor desafío actual es la gestión del tiempo y la comprensión técnica de la luz. “No es lo mismo maquillar al aire libre que en un estudio con luz cálida o fría. Tenés que conocer las diferencias, adaptarte, calcular tiempos. Todo eso influye en el resultado final”, enfatizó.
Por otro lado, Samya sigue soñando con un proyecto que la entusiasma desde sus inicios: crear la primera escuela de efectos especiales del país. “Busqué mucho y no encontré un lugar que enseñe eso desde cero, de manera profesional. Me gustaría tener una escuela donde los alumnos empiecen con maquillaje audiovisual y lleguen hasta los efectos especiales, que es el rubro más complicado, pero también el más fascinante. Tiene muchos secretos, muchos trucos. Y me encantaría compartirlos”.
Respecto a cómo definiría su forma de trabajar, Hermosa concluyó: “Disfrutar. Para mí, el secreto está en divertirte con lo que hacés. Si no lo disfrutás, no vale la pena. Yo amo lo que hago, y eso se nota. El equipo lo siente. Esa energía se transmite en el trabajo”.

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