Desde hace ocho años, Mínimo Común Arquitectura viene trazando una línea alternativa. El estudio está conformado por Sergei Jermolieff, Solano Benítez y Verónica Villate, y surge de la voluntad de sus fundadores por seguir aprendiendo, innovando y diseñando desde un lugar profundamente humano. “Nacimos un poco como una continuación de las enseñanzas de grandes maestros como Solano Benítez y José Cubilla, y como una forma de poner en práctica todo lo aprendido. Más que una necesidad del mercado, fue una necesidad de seguir pensando y haciendo arquitectura inteligente”, dijo Sergei.
Lo que distingue a Mínimo Común además de su estética llamativa, es la lógica que la sustenta. No se trata de importar modelos desde Pinterest ni repetir fórmulas foráneas, sino de diseñar de forma consciente, con una mirada crítica sobre el entorno, el clima y los recursos. “En Paraguay tenemos condiciones extremas, hace mucho calor, llueve en poco tiempo y eso afecta todo, desde los materiales hasta la durabilidad de las obras. Nuestra propuesta parte de ahí: entender el lugar para construir con racionalidad”, explicó.
El estudio trabaja con materiales como el ladrillo, la tierra y sistemas pasivos de refrigeración, incorporando principios de sostenibilidad y reutilización del agua, pero más allá de lo técnico, hay una premisa que guía cada proyecto. “La buena arquitectura tiene que ser accesible para todos, no creemos en una arquitectura elitista o social, sino en una arquitectura bien pensada para cada quien”, señaló.
Una de las claves del enfoque de Mínimo Común es el diseño colaborativo. “Diseñamos en base a la conversación. Escuchamos las necesidades de las personas y les ofrecemos lo mejor que tenemos. De ese diálogo surge el proyecto”, contó Sergei. Este enfoque ha atraído a un perfil de cliente que valora la diferencia, que busca un hogar que respire, que no dependa exclusivamente del aire acondicionado y que dialogue con su entorno.
La mayoría de los encargos siguen siendo residenciales, aunque también han trabajado en oficinas y en proyectos rurales, donde enfrentaron desafíos logísticos que resolvieron con creatividad y coherencia. “En un lugar de difícil acceso convertimos la tierra del lugar en ladrillos y construimos con eso. Respondemos a cada escala con lo que el contexto ofrece”, explicó uno de los propietarios.
¿Está preparado el real estate para nuevas formas de habitar?
Ante un mercado saturado de edificios clonados y tipologías repetidas, Mínimo Común cree que hay una necesidad y una oportunidad de cambio. “Vemos cada vez más personas informadas, que buscan alternativas y ya no se conforman con lo mismo de siempre. Hay un cansancio visible hacia esos modelos copiados que se repiten una y otra vez. Eso nos da esperanza de que hay un futuro para una arquitectura más consciente”, concluyó el arquitecto.
En ese sentido, Mínimo Común construye una manera distinta de habitar, más sensible, más local, más humana, y quizás, como sugiere el nombre, más mínima en lo material, pero profundamente común en su propósito.
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