Diversos estudios coinciden en que entre el 60% y el 90% de lo que recibe nuestro interlocutor proviene de lo no verbal. Y eso aplica tanto para un presidente de un país, partido político o parlamentario, como para un vocero institucional, un CEO en una conferencia o alguien que debe enfrentar una situación delicada ante los medios.
El cuerpo no miente
Si alguien afirma con contundencia que "todo está bajo control", pero lo dice mirando al suelo, con las manos temblorosas o el rostro tenso, el mensaje que recibiremos es otro, y esto muchas veces termina delatando lo que la palabra intenta ocultar.
En cambio, una postura segura, una mirada franca, una expresión serena y pausas bien administradas transmiten confianza. No importa tanto el texto como el tono, el ritmo y la coherencia entre lo que se dice y lo que se expresa con el cuerpo.
El silencio como estrategia
En comunicación, hasta la ausencia de voz transmite algo. Un paréntesis bien colocado puede generar atención, dar espacio para reflexionar o enfatizar un mensaje. Pero un silencio vacío, sin control, puede reflejar incertidumbre, parecer falta de reacción o incluso ser interpretado como debilidad.
Por eso, el manejo de los tiempos, los silencios y las pausas forman parte de una vocería efectiva. Se entrena y planifica, y deben estar alineados con el momento, el mensaje y el contexto.
Cuidar la imagen según el rol
No es lo mismo el lenguaje corporal que se espera de un jefe de Estado que el de un referente barrial. Tampoco comunica igual un director de empresa que una vocera de un movimiento social. Cada posición, escenario o audiencia demanda un tipo de presencia y una estrategia corporal distinta.
La comunicación no verbal también incluye el entorno, el lugar donde se da el mensaje, la escenografía, los objetos presentes, la vestimenta y los colores. Todo eso construye imagen y habla.
Éxitos y fracasos del lenguaje no verbal
Barack Obama – El poder de la pausa y la mirada: Considerado uno de los grandes oradores contemporáneos, Obama hizo de las pausas su mejor recurso. Sabía cuándo detenerse, generar expectativa, mirar al público y dejar que el silencio completara el impacto de sus palabras. Su lenguaje corporal, gestos medidos, posturas abiertas y contacto visual constante le permitían conectar incluso en escenarios masivos. Su habilidad no solo era discursiva, sino escénica. No decía nada sin cuidar cómo lo hacía.
Cristina Fernández de Kirchner – Gestos y teatralidad al extremo: La expresidenta argentina es un ejemplo de cómo el lenguaje corporal puede potenciar un estilo confrontativo. Sus gestos enérgicos, miradas desafiantes y silencios cargados de intención son parte de su estrategia. Sin embargo, esa intensidad, en ciertos contextos, ha generado críticas por parecer sobreactuada o poco empática.
George W. Bush – El gesto fuera de contexto en Dallas: Durante la ceremonia de homenaje a los policías asesinados en Dallas en 2016, Bush fue captado balanceándose y sonriendo al ritmo de la música, mientras otras autoridades mantenían una postura solemne. Ese contraste entre su lenguaje corporal y el tono emocional del evento fue interpretado como una falta de sensibilidad, mostrando cómo un gesto desubicado puede desvirtuar la intención del mensaje y generar ruido comunicacional.
Mark Zuckerberg – Cuando el cuerpo contradice al discurso: En sus comparecencias ante el Congreso de EE. UU., el CEO de Meta proyectó una imagen de nerviosismo: hombros encogidos, postura rígida, expresión facial inmutable y gestos tensos. A pesar de sus respuestas elaboradas, el lenguaje no verbal transmitía incomodidad y falta de espontaneidad, aunque sus allegados explican que esa es, en efecto, su forma de ser.
El entrenamiento también es corporal
Así como se entrenan los mensajes, también debe hacerse con el cuerpo. Las vocerías profesionales, los media trainings, las capacitaciones para portavoces deben incluir ejercicios de postura, respiración, manejo de la mirada, control de manos y lectura del lenguaje no verbal del otro, entre otros.
Una buena comunicación no solo se escucha, también se ve. Y no hablamos de fotografías o videos, sino de aquello que proyectamos con nuestra presencia.
En un mundo lleno de palabras, mensajes y discursos, la imagen sigue siendo un recurso poderoso, porque bien cuidada puede fortalecer una declaración y, fuera de lugar, puede arruinar hasta el mejor mensaje.
En conclusión, y ratificando la tan trillada expresión, una imagen puede valer aún mucho más que solo mil palabras.
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