Edith llegó a Paraguay después de vivir 30 años en Japón, y hace ocho años encontró en la hidroponía la vía para emprender junto a su esposo. “Mi sueño era vender directo al público, sin pasar por proveedores ni supermercados. Quería que el consumidor coma algo sano y con tranquilidad”, cuenta. Ese sueño se materializa cada martes en el Agroshopping, donde su clientela ya la reconoce por la calidad uniforme y la variedad de cultivos que ofrece.
El diferencial de su emprendimiento no está solo en la técnica, sino en la diversidad. Mientras la hidroponía suele asociarse casi exclusivamente a la lechuga, Edith amplió el abanico con cilantro, albahaca, hojas de remolacha, espinaca blanca, rúcula y todas las variantes de lechuga, además de tomates cherry producidos también bajo esta modalidad. Cada cultivo requiere un manejo específico, explicó, y aunque ella se encarga de la plantación y el cuidado, su esposo es quien ajusta los nutrientes según las exigencias de cada variedad. “Dependiendo del producto, se le agrega o se le quita. No todos requieren lo mismo”, comentó.
En términos productivos, las cifras hablan de un emprendimiento en plena expansión. Solo en lechugas produce alrededor de 2.000 unidades por semana, mientras que en rúcula alcanza las 800 unidades semanales, uno de los cultivos más fuertes. Otras verduras, como las espinacas, se producen en menor escala, pero mantienen una rotación constante. La operación se complementa con tomatitos cherry hidropónicos, limones Tahití y cultivos puntuales de pepinos, aunque estos últimos dependen del espacio disponible en los invernaderos.
El modelo, además de saludable, es práctico para el consumidor: las verduras permanecen frescas en la heladera hasta dos semanas, sin necesidad de descartar hojas ni de lavarlas excesivamente. “Es limpio, no tiene tierra ni bichitos como los productos de campo. Y no es caro, porque se aprovecha todo”, afirma.
La granja está ubicada en el límite entre Caraguatay e Isla Pucú, y funciona también como hogar y centro de trabajo de la familia. La distancia —unas dos horas y cuarto desde Asunción— no impide que Edith mantenga una presencia constante en el Agroshopping, su único punto de venta, donde construyó una base sólida de clientes recurrentes.
El próximo paso del emprendimiento apunta hacia la tecnificación total: un sistema cerrado, climatizado y con luces LED de trabajo continuo, que permitirá mejorar aún más la productividad y dejar atrás cualquier necesidad de insecticidas o fungicidas. “Todo lo biológico es caro, pero si cerramos el sistema ya no habría bichos y el cultivo crecería más rápido y en mayor cantidad”, explica. La meta incluye también iniciar cultivos hidropónicos de frutilla, un desafío que esperan encarar en 2026.
El recorrido de Edith comenzó sin antecedentes familiares en hidroponía; más bien nació de la necesidad de encontrar un rubro rentable al llegar a Paraguay y hacerse cargo de la propiedad que pertenecía a sus padres. La búsqueda en internet, la visita a productores locales y la experiencia acumulada les permitió escalar en poco tiempo. “En menos de un año ya hicimos el siguiente módulo, y después otro. Todo se puede en hidroponía”, asegura.
Hoy, ya consolidada, Edith solo busca que más personas conozcan sus productos. “A los que prueban, les encanta. Mi clientela nunca me abandonó”, dice con orgullo. Su historia resume el espíritu emprendedor de un sector que crece silenciosamente, impulsado por innovación, constancia y la demanda creciente de alimentos más saludables.
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