La apuesta viene de la empresa La Herencia SA, que decidió llevar al Chaco una plantación que, en el imaginario común, pertenece más a Medio Oriente que al corazón de Sudamérica. Para eso importó plantines desde Israel —uno de los países más avanzados del mundo en la producción de dátiles— y eligió la variedad Medjool, conocida por su tamaño, dulzura y alto valor comercial. El proyecto comenzó con 24 hectáreas en Mariscal Estigarribia, pero el plan maestro mira mucho más lejos: llegar a 300 hectáreas en los próximos cinco años.
Este crecimiento escalonado responde a la naturaleza misma del cultivo. La palmera datilera necesita tiempo para alcanzar su madurez productiva; es una inversión que exige paciencia, constancia y visión de largo plazo. Aun así, los primeros frutos ya aparecieron, una señal positiva que confirma que el clima cálido-seco de la región y la disponibilidad de agua subterránea funcionan a favor del cultivo.
El mercado también juega a favor. Paraguay importa alrededor de 140 toneladas de dátiles por año, una cifra que refleja una demanda instalada y un consumidor dispuesto a pagar por este producto premium. Hoy los dátiles de La Herencia ya se encuentran en supermercados de Asunción, Ciudad del Este y Encarnación, además de cooperativas chaqueñas que son las primeras en seguir de cerca la evolución del proyecto. La estrategia es clara: consolidar el mercado local mientras la producción crece y prepararse para dar el salto a la exportación.
La mira está puesta especialmente en el Mercosur. Argentina, Uruguay y Chile compran dátiles desde Medio Oriente y África, lo que implica altos costos logísticos. Un proveedor regional sería una alternativa competitiva en precio, frescura y tiempos de entrega. La variedad Medjool, por su calidad, tiene una ventaja adicional: su valor por kilo puede multiplicar por varias veces el de frutas convencionales, lo que la convierte en un negocio atractivo para la agroindustria paraguaya.
Pero el proyecto no solo busca vender fruta fresca. La empresa ya trabaja en la elaboración de productos derivados: mermeladas, jarabes naturales y preparaciones con valor agregado que permiten diversificar ingresos y apuntar a diferentes nichos de mercado. Esta línea también podría tener salida regional, sobre todo en mercados gourmet y tiendas especializadas.
El impacto social es otra pieza del rompecabezas. La Herencia estima que el proyecto podría generar alrededor de 300 empleos directos y formales, distribuidos en tareas agrícolas, logística, mantenimiento, empaque y procesamiento. En una región donde la disponibilidad de oportunidades laborales es limitada, cualquier inversión de este tipo se convierte en dinamizador económico inmediato.
El Chaco, por su parte, encuentra en este cultivo una muestra palpable de su capacidad para reinventarse. En los últimos años la región atrajo inversiones en agricultura, ganadería tecnificada, energía y servicios, pero los cultivos alternativos aún eran una deuda pendiente. La experiencia con dátiles se convierte así en un caso testigo que puede abrir puertas a otros emprendimientos similares, especialmente aquellos que requieren clima árido, suelos amplios y costos operativos controlados.
La apuesta por los dátiles no tendrá resultados de un día para otro, pero el camino ya está trazado. Si Paraguay consolida esta producción y logra posicionarse como proveedor regional, el Chaco podría sumar un nuevo rubro de alto valor a su matriz productiva y, al mismo tiempo, enviar una señal potente: no solo es tierra de ganadería, sino también un laboratorio de innovación agrícola.
Por ahora, los dátiles chaqueños avanzan paso a paso, pero con un objetivo claro: conquistar el Mercosur desde el corazón del país.
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