El año dejó señales mixtas. Por un lado, industrias como alimentos y bebidas, farmacéutica, químicos, metalmecánica liviana y manufacturas exportadoras tuvieron un desempeño sólido, impulsado por la estabilidad macroeconómica, la expansión de mercados y la consolidación del grado de inversión. Estas ramas incorporaron tecnología, ampliaron turnos y ajustaron procesos para atender una demanda creciente.
Pero, en paralelo, sectores como confecciones, bebidas y metalurgia sintieron con más fuerza la presión del contrabando, la informalidad y los costos logísticos, anclas que impiden que la competitividad avance al ritmo de la región. Duarte lo definió como “brechas estructurales que no se corrigen con un buen año económico”.
Aun así, el 2025 marcó un punto de inflexión. La importación de bienes de capital aumentó significativamente, un indicador que confirma un proceso de modernización acelerada dentro de la industria. Esta renovación tecnológica impulsó también una recuperación gradual del empleo formal, especialmente en empresas que apostaron por certificaciones, trazabilidad, automatización y logística diversificada.
Un eje central del año fue la articulación institucional. La UIP trabajó de cerca con el Ejecutivo y el Congreso para instalar la idea de una política industrial de Estado, una reivindicación histórica del gremio. Entre los avances se destacan la Hoja de Ruta Industrial, la nueva Ley de Parques Industriales —con apoyo del MIC y el BID— y acciones de fortalecimiento para mipymes, como el Sello Verde Paraguay, otorgado ya a más de 140 empresas en el marco del programa Al-Invest Verde.
En cuanto a mercados, el 2025 abrió y profundizó vínculos estratégicos con Israel, Europa y Asia. La habilitación de nuevos destinos para proteínas animales generó inversiones industriales complementarias y fortaleció cadenas logísticas. Esto contribuyó a posicionar a Paraguay como un polo atractivo para manufacturas y procesos de valor agregado.
Pero el debate central del año giró en torno a la competitividad. Según Duarte, Paraguay debe encarar de manera urgente cuatro frentes: energía, logística, seguridad jurídica y talento técnico. El país mantiene una ventaja energética, pero esta se está estrechando sin nuevas fuentes de generación ni ampliación en la capacidad de transmisión. La infraestructura vial y portuaria continúa encareciendo las operaciones, mientras que la informalidad erosiona la competitividad tributaria y formal.
A esto se suma un desafío decisivo: la formación de capital humano. “Hoy la falta de talento técnico es uno de los cuellos de botella más severos”, advirtió el titular de la UIP. Por eso, uno de los focos gremiales fue la capacitación junto a Sinafocal y programas de inserción productiva vinculados a innovación, sostenibilidad y transformación digital.
De cara al 2026, la hoja de ruta industrial se organiza alrededor de tres ejes: institucionalidad proinversión, innovación tecnológica y cierre de brechas estructurales. La aspiración es elevar a Paraguay hacia un modelo industrial basado en productividad, exportaciones y sofisticación. Duarte lo resumió así: “La competitividad del futuro dependerá de nuestra capacidad de innovar y de asegurar condiciones estables para invertir”.
Si el 2025 abrió el debate, el 2026 deberá marcar la ejecución. Para la industria paraguaya, el nuevo año se perfila como una oportunidad histórica para transformarse en un sector más moderno, sostenible y competitivo, capaz de posicionar al país en una liga industrial más exigente, diversificada y global.
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