El gol que desató la fiesta guaraní llegó en el minuto 78. Matías Galarza controló con el pecho y remató con zurda para doblegar a Pedro Gallese. La Bicolor intentó responder, pero nunca encontró el camino al empate.
Con esa victoria, la Albirroja finalizó en el sexto puesto con 28 puntos, suficiente para clasificarse directamente al Mundial 2026. Perú, en cambio, cerró su campaña en la novena posición, con apenas 12 unidades y sin casi ninguna esperanza de repechaje.
Este cierre representa la culminación de un ciclo lleno de altibajos. Bajo la dirección de tres entrenadores sucesivos (Schelotto, Garnero y finalmente Gustavo Alfaro), la selección paraguaya construyó en base a solidez defensiva y efectividad en momentos clave. Alfaro logró consolidar una identidad táctica con orden y coraje, clave en su clasificación tras tres Mundiales sin gloria desde Sudáfrica 2010.
Bolivia selló su pase al repechaje intercontinental, mientras Venezuela y Bolivia aún pelean por el séptimo cupo. Uruguay, Argentina, Brasil, Colombia y Paraguay cerraron sus cupos directos ante el mapa mundialista 2026.
Mirando hacia el Mundial, Paraguay llega con un blend de experiencia y hambre. La clasificación rompe un ciclo negativo y lleva consigo la esperanza de repetir o superar aquel histórico cuarto de final alcanzado en 2010.
En el último ranking FIFA disponible (julio de 2025), la Albirroja ocupa el 43.º lugar, reflejo de su reciente resurgimiento y estabilidad comparado con su historial reciente. Con esta clasificación, escalar posiciones parece un paso natural.
Desde un enfoque técnico, Paraguay apostó al orden defensivo, la contundencia en área rival y la experiencia en momentos claves. Esta fórmula le permitió superar rivales difíciles y consolidar su pase olímpico al Mundial.
Paraguay atravesó unas Eliminatorias duras, marcadas por la irregularidad inicial y la falta de gol en los primeros tramos, pero consiguió enderezar el rumbo con resultados claves en Asunción y victorias históricas fuera de casa. El equipo supo convivir con la presión de no faltar nuevamente a un Mundial, algo que pesaba en la mochila desde Sudáfrica 2010, y encontró en Gustavo Alfaro la estabilidad que le faltaba: solidez en defensa, paciencia en el mediocampo y un bloque que, aunque no brilló con exceso de goles, sí mostró madurez para manejar los partidos decisivos. Esa capacidad para competir en duelos cerrados terminó siendo la gran virtud de la Albirroja, que capitalizó los tropiezos de rivales directos como Bolivia y Venezuela para asegurarse su clasificación directa.
De cara al Mundial de Norteamérica, Paraguay se proyecta como un equipo incómodo, con margen de crecimiento y jugadores jóvenes que ya se afianzaron en la selección. El desafío estará en pulir el esquema táctico y sostener la intensidad durante los 90 minutos frente a selecciones de jerarquía mundial. El ranking FIFA lo ubica hoy en un lugar expectante, y con la clasificación en el bolsillo la Albirroja tiene la oportunidad de sumar amistosos internacionales de peso que la preparen para llegar a 2026 no solo como participante, sino como contendiente dispuesto a recuperar el protagonismo perdido en la élite del fútbol mundial.
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