Todo arrancó con apenas G. 300.000 prestados por su esposo. En medio de un momento difícil (y recién desvinculada de su trabajo y sin acceso a créditos) decidió volcar su tiempo y corazón en aprender costura, una habilidad que vio toda la vida en manos de su madre. Primero fueron moños, luego bolsos, y más adelante tapabocas en plena pandemia. De a poco, con práctica y constancia, Teresa fue dando forma a una marca propia.
“Resistir, insistir y persistir. Esa es mi frase de vida. Quiero ser un testimonio de que ni la edad ni el dinero son obstáculos si uno realmente quiere empezar”, reflexionó con InfoNegocios. Su historia está marcada por la autogestión, pues comentó que nunca contrajo deudas ni créditos, y cada nueva máquina, material o taller que logró, fue fruto de su esfuerzo o concursos ganados.
Actualmente, Pisa Pisuela produce accesorios y artículos textiles hechos totalmente a mano y con materiales nacionales, con un enfoque en el cuidado del medioambiente. Teresa y su asistente reutilizan hasta los más pequeños retazos de tela para fabricar desde camitas para mascotas hasta ataja puertas. “No tiramos nada. Hasta los residuos más pequeños los transformamos en algo útil. Queremos aportar nuestro granito de arena al ambiente”, comentó con orgullo, ya que esos pequeños retazos utilizan como rellenos.
El emprendimiento tiene alma ya que, desde la elección de los materiales hasta el empaque final, todo es elaborado con dedicación y detalle. Sus productos, hechos en la sala de su casa, ya ganaron un lugar entre clientes fieles que la siguen desde ferias, redes sociales o por recomendación boca a boca. Y ahora, Teresa se prepara para dar un nuevo paso, el del físico para abrir su primer showroom-taller, un espacio donde podrá exponer permanentemente sus creaciones.
“No trabajo, me divierto. Para mí esto no es un trabajo, es una forma de relajarme y expresarme. La clave es hacer lo que te gusta, porque cuando te gusta, fluye solo”, afirmó.
Además, ya incorporó a una joven colaboradora, a quien ayudó a comprarse su propia máquina, y sueña con formar a más mujeres (jóvenes o adultas mayores) interesadas en el apasionante mundo de la costura.
Teresa heredó la cultura del trabajo de su mamá, que cosía y arreglaba ropa con sus propias máquinas. Ese recuerdo quedó tan vivo en su memoria que incluso el nombre del emprendimiento, Pisa Pisuela, está inspirado en ella. Por eso, cada puntada, cada pieza que sale del taller, lleva consigo la historia de una madre trabajadora y el deseo de honrar su legado con cada creación.
A Teresa le importa crecer, sí, pero sin perder el valor humano que hay detrás de cada pieza. Así, el emprendimiento que comenzó a formar hace 5 años aproximadamente es un homenaje a su madre, a su infancia, a sus valores. Y también es una invitación abierta para quienes tienen una idea, una pasión o simplemente la necesidad de empezar de nuevo: “Si yo pude, otros también pueden. No importa cuándo empieces. Lo importante es no tener miedo”.
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