Esto involucra factores socioemocionales, como el deseo de perpetuar el nombre de la familia y la empresa, los valores familiares, el control familiar de la compañía, el empleo de sus miembros, la necesidad de pertenencia, afecto e intimidad y otros, siendo la aspiración máxima de sus integrantes la continuidad a lo largo de las generaciones venideras. Sin embargo, problemas como la falta de una adecuada planificación en la transición generacional y las disputas suelen ser temas que conducen a la desaparición de muchas empresas familiares. Aquí le contamos en que consisten y que puede hacer para encararlos.
Falta de planificación en la transición generacional
El índice de mortandad de las empresas familiares es considerable. Aproximadamente tres de cada 10 no llegan a la segunda generación, y ocho de cada 10 no llegan a la tercera. Es común ver que el creador de una empresa pujante decide venderla al alcanzar una edad avanzada, al percibir que no tiene sucesores, familiares o no, capaces de llevar el negocio de la misma forma ni fuerzas para continuar.
Así, en muchos casos la decisión de vender se adopta tarde y el valor que se espera obtener por la empresa no es el real, encontrándose magnificado por cuestiones emocionales. Al analizar su trayectoria, puede que la empresa haya sido muy exitosa y rentable en un momento, pero envejeció con quienes la llevaron allí, habiendo sus negocios presentes perdido el potencial de su época dorada. Esto puede hacer que el valor económico/emocional que la empresa tiene para sus dueños sea considerable, pero que el mercado no esté dispuesto a reconocerlo.
La falta de una adecuada planificación en la transición generacional en una empresa familiar, para que nuevos jugadores con el mismo talento y pujanza de los fundadores, debidamente formados en el seno de los negocios de la empresa bajo su tutela y mentoría los reemplacen gradualmente a medida que van perdiendo fuerza, aggiornando la conducción de la empresa a los nuevos tiempos cambiantes y continuando con las inversiones, puede llevar a la destrucción del valor intrínseco de la empresa construido con tantos años de esfuerzo. El mismo se consume durante los años que transcurren desde que la fuerza y pujanza de los fundadores empieza a flaquear si la transición de la conducción no se hace gradual y planificadamente.
Disputas
A su vez, los conflictos son comunes en las empresas familiares, donde los mundos empresarial y familiar confluyen, destacándose entre sus causas la falta de una visión común sobre el rumbo de los negocios, dificultades para armonizar intereses y aspiraciones de la familia, disputas por el poder y divergencias entre reinvertir o pagar dividendos.
En los inicios de una empresa familiar, las relaciones entre sus integrantes son simples, concentrándose en torno a él o los fundadores. A medida que tanto la empresa como la familia crecen, las relaciones hacen lo propio. Cuando se incorpora la segunda generación, las relaciones son múltiples, con distintas finalidades y complejidades. Más aún cuando entra la tercera, donde solo ocho de cada 10 subsisten.
Naturalmente, en el día a día de una empresa familiar, las relaciones familiares pueden crear situaciones que superen la racionalidad de los negocios, por ejemplo con el traslado de discusiones familiares al seno del Directorio, distrayendo la atención del negocio y complicando la gestión. A su vez, cuando estas disputas trascienden al resto de la firma, suelen formarse grupos alineados y asumirse posturas que generan confrontaciones con otros integrantes de la empresa. La contaminación de las decisiones corporativas incluso puede paralizar la gestión de la empresa.
¿Cómo encarar estos problemas?
El protocolo familiar es un mecanismo que expresa la voluntad consensuada de todos los miembros de la familia empresaria para regular las situaciones propias de una empresa familiar, como: la forma en que los integrantes de las nuevas generaciones irán integrándose a la empresa y formándose en su manejo, para gradualmente ir adquiriendo la experiencia necesaria y cuando llegue el momento adecuado tomar sus riendas; y la forma en que deben encararse las disputas. Un protocolo familiar adecuadamente elaborado por profesionales competentes, consensuado por todos los integrantes de la familia y debidamente puesto en práctica proporciona una efectiva capacidad de anticipación que permite que problemas comunes como los indicados se eviten antes de que ocurran, al facilitar que la familia reflexione racionalmente sobre situaciones hipotéticas antes de que se materialicen y posiblemente sea muy tarde o los sentimientos estén a flor de piel. Recuerde el dicho: mejor prevenir que curar.
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