Allá por el 2021, cuando las oportunidades eran escasas y los desafíos eran muchos, Jamile Rojas decidió apostar por una idea que había estado presente toda su vida, desde su infancia. El famoso cocido quemado con la receta de su abuela. “Empezó en el 2021 en pandemia. Aprendí a hacer el cocido de mi abuela. Es una receta de cuatro generaciones, empezó con mi bisabuela y así pasó de generación en generación”, recordó Jamile, con la voz quebrada de emoción.
De esta forma nació Cocido Chiki, un emprendimiento que lleva el apodo de su abuela como nombre en homenaje, pues la receta, que no utiliza carbón y es suave para el estómago, conquistó primero a sus profesores, compañeros y amigos cercanos, y rápidamente se hizo conocida en ferias y eventos. Con solo G. 100.000 de capital inicial, Jamile compró envases, recibió ayuda de su familia y dio los primeros pasos hacia lo que hoy ya es una marca en proceso de expansión.
“Desde el principio yo ya me empecé a formalizar y gracias a eso también recibí mucho apoyo”, cuenta. Esa formalización fue esencial para acceder a programas como Capital Semilla, donde ganó tres premios, además de una beca de seis meses de la Embajada de Estados Unidos. También fue beneficiaria de otros fondos de impulso como los de la Embajada de Taiwán, que le permitió culminar la habilitación de su pequeña fábrica.
Hoy, el producto se comercializa en Asunción, Ayolas, Encarnación y otras ciudades del país, y ya hay consumidores que lo llevan al exterior de forma particular. El próximo objetivo es la exportación formal, especialmente a mercados donde viven paraguayos que añoran los sabores de su tierra, como España, Estados Unidos, Francia y Canadá. “Desde que empecé mi emprendimiento también muchos paraguayos compatriotas llevan a otros países”, destaca.
Cocido Chiki ofrece actualmente tres variedades, la tradicional con azúcar, sin azúcar, y con gusto a ananá. Todos sus productos son sin gluten, algo que responde a la creciente demanda de consumidores que buscan opciones saludables y cuidadas. El paquete más grande, de 350 gramos, cuesta G. 25.000, mientras que la presentación más pequeña, de 50 gramos, se vende a G. 10.000, ideal para regalar o probar todos los sabores.
Más allá del producto en sí, Jamile transmite una historia de constancia y amor por la tradición. “Fue un emprendimiento muy significativo a nivel emocional. Mi abuela falleció hace unos meses nomás, pero ya vio todo lo que hice”, relata conmovida. Su motivación fue siempre poder estudiar y salir adelante, y cuando el trabajo que tenía no le alcanzaba, decidió apostar por sí misma y por esa receta familiar.
A quienes tienen ideas guardadas y no se animan a emprender, Jamile les insta a confiar en el proceso. “No hay camino fácil. Siempre tenemos que confiar en nosotros, que siempre se empieza por algo pequeño”.
En una taza de cocido quemado, Jamile logró aglomerar un legado, el sueño personal de emprender y una alternativa real de desarrollo y lo hizo con el ingrediente más importante, que fue la decisión de empezar combinada con el amor de las manos de la abuela.
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