El salto no es menor: significa un crecimiento del 245% en volumen y una consolidación del cereal como uno de los pilares del agro nacional. En un contexto global de incertidumbre, el maíz emerge como una historia de éxito que refuerza el rol del país como proveedor confiable de alimentos.
La campaña 2025 dejó cifras contundentes. Las condiciones climáticas acompañaron, los productores apostaron por variedades de alto rendimiento y la superficie sembrada creció. Así, la cosecha total se ubicó entre 5,6 y 6 millones de toneladas, frente a los 3,7 millones del año pasado.
Para Sonia Tomassone, asesora de comercio exterior de Capeco, el aumento es resultado de un año agrícola excepcional y de una demanda internacional más firme. “El maíz paraguayo tuvo una ventana muy favorable para posicionarse, y los exportadores supieron aprovecharla”, comentó.
Si bien Brasil sigue siendo el principal destino del maíz paraguayo —con cerca del 45% de los envíos—, el mapa de compradores empezó a diversificarse. Hoy el cereal también llega a Perú, Bolivia y Chile, y más recientemente a destinos como Egipto, Emiratos Árabes Unidos y Omán.
Este salto comercial refleja una estrategia más agresiva por parte de las exportadoras locales, que buscan aprovechar precios internacionales competitivos y oportunidades en regiones que antes estaban fuera del radar.
El auge exportador se traduce en ingresos para miles de familias rurales. En departamentos como Itapúa, Caaguazú y Alto Paraná, el maíz se consolida como rubro de renta, generando empleos directos e indirectos y dinamizando la economía local.
Sin embargo, el crecimiento también pone a prueba la infraestructura. Productores y gremios coinciden en que se necesita más inversión en logística, almacenamiento y transporte, para sostener este ritmo sin perder competitividad frente a los grandes jugadores regionales.
Más allá del campo, el maíz está jugando un papel clave en la macroeconomía. El flujo de divisas derivado de las exportaciones ayuda a equilibrar la balanza comercial y a sostener la estabilidad del guaraní en un año de volatilidad externa.
“El sector agrícola vuelve a mostrar que es el motor silencioso de la economía paraguaya”, destacan analistas. El desafío será sostener el impulso sin depender únicamente de las condiciones externas.
Lo que viene
La gran pregunta es si este boom llegó para quedarse. Con una producción récord y nuevos mercados abiertos, Paraguay tiene la oportunidad de consolidarse como proveedor relevante en el circuito internacional de granos. Pero para ello deberá apostar a la innovación tecnológica, el valor agregado y la eficiencia logística.
El maíz, históricamente visto como cultivo complementario, se transformó en protagonista del año agrícola. Su crecimiento no solo refleja una buena zafra, sino también una madurez del sector exportador. Si el país logra mantener este ritmo, el “grano dorado” podría convertirse en el nuevo emblema del éxito productivo paraguayo.

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