La historia comenzó en un establecimiento del Chaco Central, donde un productor argentino, radicado parcialmente en la zona y con experiencia en el cultivo en Tucumán, decidió probar unas primeras semillas “a modo de ensayo”. Según relató Frank Regier, productor de semillas y referente técnico en la región, la iniciativa no partió de una empresa o proyecto institucional, sino de la inquietud personal de este agricultor, que quiso saber si el clima chaqueño toleraría el ciclo del garbanzo.
El resultado preliminar sorprendió a todos. “Nació mejor que el trigo”, afirmó Regier, aún con cautela ante un proceso que recién está en su primera cosecha. El productor argentino, cuyo nombre de pila es Jesús María y que habitualmente siembra garbanzo en su zona de origen, observó que las plantas crecieron “con muy poca agua”, una característica clave para un cultivo que en países como Argentina se asienta en regiones secas.
La cosecha podría concretarse esta misma semana, en una superficie pequeña —una parcela demostrativa— que servirá para evaluar rendimiento, sanidad y comportamiento del cultivo ante el clima chaqueño. Aunque aún no se conocen cifras, Regier adelantó que recibirán datos más concretos en los próximos días, cuando la parcela sea trillada. “Es muy nuevo todavía. Él quiere ver primero qué resultados tiene”, explicó.
En Argentina, especialmente en el noroeste, el garbanzo se convirtió en un cultivo de exportación importante, con buena demanda internacional y precios competitivos. Sin embargo, en nuestro país prácticamente no existe producción comercial, debido a que el clima húmedo, especialmente del litoral, dificulta su desarrollo. Por eso, el experimento en el Chaco, una región seca y con inviernos más marcados, generó interés entre técnicos y productores.
Regier detalló que el agricultor argentino quedó “muy sorprendido” al ver el comportamiento del garbanzo en el Chaco. Incluso llevó plantas en mano para mostrar el tamaño y la estructura del cultivo, comparándolas con las de su zona de origen. “Se notaba que él tiene mucho conocimiento sobre este rubro, y aun así no esperaba que nazca tan bien acá”, comentó.
Aunque el experimento es pequeño, abre una línea de análisis para una región que busca diversificar ingresos más allá del sésamo, el maíz y el girasol. El garbanzo, por su rusticidad y tolerancia a condiciones secas, podría convertirse en una alternativa interesante si las próximas pruebas confirman un rendimiento aceptable.
Más allá del garbanzo, en la zona chaqueña también se vienen observando trabajos experimentales con nabo forrajero. Este cultivo, ampliamente utilizado en Brasil como cobertura y mejorador de suelo, está siendo evaluado por productores que buscan alternativas para rotaciones más eficientes. Regier comentó que recientemente se realizó un congreso de semillas en Brasil donde el nabo forrajero fue uno de los protagonistas, lo que impulsa su difusión regional.
“Estamos viendo si puede servir para mejorar los suelos de cobertura. Es algo que Brasil viene trabajando bastante y queremos evaluar su comportamiento acá”, mencionó el productor.
Aunque los primeros resultados entusiasman, tanto Regier como los productores de la zona coinciden en que todavía no es momento de hablar de expansión, menos aún de producción comercial. Todo depende de la cosecha que está por realizarse y de los análisis posteriores. “Vamos a tener los datos dentro de poco”, señaló.
Lo cierto es que el garbanzo —un cultivo impensado para Paraguay hasta hace poco— encontró en el Chaco un escenario que, al menos en su primera fase experimental, le resultó favorable. Si las próximas semanas confirman el potencial, podría abrirse una nueva ventana agrícola en el corazón del país.
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