“Recuerdo la sensación abrumadora del público. Era totalmente diferente al teatro, donde todo es colaborativo. En el stand-up estás sola frente a una marea de gente que puede amarte o comerte viva”, confesó. “Soy muy metódica y veo siempre qué puede mejorar. Cuando hicimos la Gran Estafa 2 recibí una ovación y ahí vi lo que funcionaba, porque el stand-up tiene mucho de prueba y error, así que entendí lo que quería la gente, como yo también me sentía cómoda en el escenario, y a partir de ahí fui creciendo y mejorando”, agregó.
La experiencia la impulsó a perfeccionarse y a encontrar su voz escénica, aprendiendo a conectar con el público y a probar distintos estilos hasta hallar lo que funcionaba. Fue así que, tuvo el impulso de visibilizar a las mujeres comediantes y decidió crear con otras colegas un show propio Las Malas de la Película que la consolidó dentro de la escena local.
“Fue la primera vez que hice algo así, y las chicas se prestaron en un trabajo colaborativo y creativo. Llenamos todas las funciones y fue una experiencia maravillosa”, recordó Claudia.
Pero Claudia no se detuvo allí. El año pasado inauguró su propio Comedy Club, un bar-teatro en Asunción, donde el escenario es el centro absoluto del espacio. En este club, las mesas y sillas se disponen en torno al show, con un sistema pensado para que los artistas tengan el protagonismo que merecen. “El respeto al show y al artista es absoluto. Nuestro personal sabe cómo moverse, cómo tomar pedidos o cobrar sin interrumpir el espectáculo. Queremos que todo funcione como un mini teatro”, explicó.
Este emprendimiento refleja su visión artística y empresarial, puesto que busca propiciar escenarios para nuevos talentos y fomentar la profesionalización del stand-up en Paraguay. En este espacio, Claudia presentó su unipersonal Inteligencia Artesanal, que agotó funciones con más de 600 espectadores, demostrando que el stand-up puede atraer al público masivo respetando al artista y al arte que representa.
Claudia también destacó el crecimiento exponencial del stand-up en Paraguay tras la pandemia. “Se popularizó porque era el show más económico para bares y restaurantes. Solo necesitabas un micrófono y un baffle. Esto permitió que más artistas surgieran, aunque no siempre con la preparación necesaria”, señaló. Según ella, la cantidad creciente de comediantes abre oportunidades, pero también plantea el desafío de mantener la calidad y el respeto por la disciplina.
“Estoy contenta por la cantidad de productoras nuevas que existen, gente que se va involucrando y que va entendiendo también que esto necesita el respeto y el cuidado como cualquier otra disciplina artística, en el sentido de tratarle al standupero/ra como un artista, que le tengan ese respeto al escenario que la gente del teatro le tiene. El stand-up es una plataforma para comunicar ideas, para hablar de cosas importantes o no a través del humor”, indicó.
Y en esa línea Claudia remarcó que sirve para comunicar ideas, transmitir verdades y transformar momentos incómodos en risa. “Es un tipo de humor que requiere técnica, ensayo y error. Cada función cambia porque el contexto cambia, y eso lo hace un arte vivo”, afirmó. Su labor no se limita a actuar; como docente, guía a nuevas generaciones de comediantes y fomenta la profesionalización del rubro, promoviendo el respeto hacia el artista y su material.
Claudia también se mueve entre teatro y stand-up, apreciando diferencia de cada formato. Mientras que el teatro permite asumir múltiples vidas y roles, el stand-up le da voz directa a sus pensamientos y opiniones. “Son magias diferentes, difíciles de elegir entre una y otra, pero ambas me permiten explorar la comedia y la actuación de formas únicas”, reflexionó.
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