Carmelo Iriarte es profesor y fundador del elenco de baile Mainumby Jeroky, en el distrito de Yaguarón. Su historia con la danza comenzó en el preescolar, bailando pericón, y desde los 16 años ya enseñaba en escuelas y colegios. En 2013 decidió fundar su propio elenco, que hoy cuenta con 12 mujeres y 8 varones en la categoría juvenil, además de 7 niñas en la categoría infantil.
“El arte genera ingresos, pero hay que organizarse. Muchos piensan que no se puede vivir de esto, pero yo creo que sí, con disciplina y compromiso”, comentó para InfoNegocios Carmelo, quien además trabaja con otros profesores y una comisión de padres para sostener el funcionamiento del elenco. Las mensualidades cubren los honorarios docentes, mientras que las actividades y presentaciones permiten recaudar fondos para viajes y vestuarios.
Una de las mayores satisfacciones para este docente es ver cómo los jóvenes superan barreras personales a través del baile. “Tuvimos alumnos que sufrían depresión, timidez extrema o problemas familiares. La danza les ayudó a salir adelante. Les da alegría, seguridad, les cambia la vida”, expresó. Actualmente, el grupo se prepara para su primera presentación internacional en octubre, en Foz de Iguazú.
Por su parte, Sol Delvalle empezó su camino en la danza a los 4 años. Hoy, con 25, es profesora superior de danza paraguaya, título que logró tras una formación de 12 años que incluye trabajos de grado y tesis. Enseña en cuatro academias y colegios, donde acompaña a más de 100 alumnos.
“Es una vocación. No es solo una carrera que estudias, es algo que amas y decidís ejercer toda tu vida”, aseguró. Sol ha participado en festivales nacionales e internacionales, incluyendo Uruguay y Argentina, y fue parte del gran espectáculo en la Costanera de Asunción durante la visita del Papa Francisco en 2015. Actualmente integra el elenco Paraguarí Jeroky, conformado por 8 varones y 8 mujeres.
Una coincidencia que se destaca en ambas historias es la creciente participación de varones en la danza folklórica. “Antes había mucho estigma, pero hoy hay más apertura. En redes sociales incluso se viralizan videos del popular “zapateo del arriero”. Los chicos están interesados y lo hacen con mucho talento”, comentó Sol. Carmelo agregó que el cambio también se da cuando las academias generan espacios seguros y acompañan a los padres para derribar prejuicios. “Los varones necesitan sentir que tienen lugar. Cuando eso pasa, se suman”.
Ambos coinciden en que la danza folklórica paraguaya aún necesita más reconocimiento dentro del país. “Afuera se valora muchísimo más. En otros países, la gente se emociona al ver el zapateo o la danza de la botella. Acá a veces no se le da el espacio que merece”, lamentó Sol. Sin embargo, celebran que en fechas como el Día del Folklore o San Juan, la cultura se vuelve protagonista y las nuevas generaciones se acercan con entusiasmo.
Hoy, en su día, los bailarines folklóricos paraguayos celebran mucho más que una fecha: celebran una forma de vida que inspira, une y mantiene viva una tradición que es tan nuestra como la tierra colorada.
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