Claudia Acosta, instructora con más de diez años de experiencia y propietaria de Pilates Fitness Studio, explicó las diferencias entre el pilates clásico y el contemporáneo, sus beneficios, las recomendaciones para distintos perfiles (incluyendo embarazadas), así como la importancia de la capacitación constante de los instructores.
El pilates fue creado hace más de un siglo por Joseph Pilates, quien desarrolló un método destinado a fortalecer el cuerpo sin someterlo a impactos directos en las articulaciones. Ese método, conocido como pilates clásico, mantiene una estructura fiel a los ejercicios y equipos originales diseñados por su fundador: el Reformer, el Mat, el Cadillac y el Wunda, entre otros.
“El pilates clásico sigue directamente la línea del creador. No hay mucha variación, y todo lo que se enseña se transmite con la base original”, explicó Acosta.
En cambio, el pilates contemporáneo surgió como una adaptación más flexible. “Del clásico también se nutre el contemporáneo, pero aquí el instructor adapta los ejercicios a las necesidades específicas del alumno. Incluso se utiliza como fisioterapia, en procesos de rehabilitación de lesiones”, comentó.
La principal diferencia, por tanto, radica en el nivel de personalización: mientras el clásico mantiene la esencia del método original, el contemporáneo incorpora accesorios como pelotas, bandas elásticas y otros elementos para enriquecer las clases y ofrecer mayores variaciones.
Más allá de la diferencia entre enfoques, ambos tipos de pilates coinciden en una base común: trabajar la fuerza muscular sin impacto en las articulaciones, reforzar la musculatura profunda y mejorar el rendimiento físico.
Entre los beneficios más destacados, Acosta enumeró: prevención de lesiones deportivas gracias al fortalecimiento de músculos internos y estabilizadores; aumento de la flexibilidad y de la movilidad articular; mejora en la respiración y en la capacidad de concentración; fortalecimiento del “powerhouse”, es decir, la zona media del cuerpo que da estabilidad a la columna y protege los órganos internos.
Complemento ideal al gimnasio, ya que mientras el entrenamiento con pesas genera volumen y cierta rigidez, el pilates ayuda a elongar y dar movilidad a la musculatura. “No importa si se hace pilates clásico o contemporáneo: ambos tienen sus beneficios siempre y cuando se practique con un instructor certificado y con experiencia”, enfatizó.
En cuanto a la regularidad necesaria, según Acosta lo ideal es practicar entre dos y tres veces por semana, especialmente para quienes son inactivos o buscan complementar otra disciplina como el gimnasio. “El cuerpo necesita movimiento. El gimnasio trabaja músculos superficiales, mientras que el pilates fortalece los profundos y aporta movilidad. Juntos, son un combo perfecto”, aseguró.
Lejos de ser una limitación, el embarazo puede ser una oportunidad para que las mujeres se acerquen al pilates, siempre bajo la guía de un instructor especializado. “Durante el embarazo se pueden realizar ejercicios de pilates, pero deben estar adaptados a cada trimestre y a la evolución de la gestación. Es fundamental que el instructor tenga experiencia en el trabajo con embarazadas”, señaló Claudia.
En esta etapa, el pilates ayuda a aliviar molestias comunes como los dolores lumbares y pélvicos, mejora la postura, contribuye a la correcta colocación del bebé y prepara el cuerpo para el parto. También resulta clave en el posparto, donde se enfoca en la recuperación del suelo pélvico y en la prevención o tratamiento de la diástasis abdominal.
“El pilates no es un tipo distinto para embarazadas. Es uno solo, pero debe estar guiado por alguien capacitado que sepa adaptar los ejercicios a cada etapa”, subrayó.
Si bien el pilates es cada vez más popular en Paraguay, no se trata de una disciplina sencilla de impartir. “Yo empecé hace más de diez años con el pilates contemporáneo. Hoy estoy realizando una nueva certificación en pilates clásico, que dura un año y medio y requiere la llegada de profesores extranjeros. La capacitación es costosa, pero fundamental, porque uno nunca termina de aprender. Y más aún cuando se trabaja con cuerpos y con la salud de las personas”, indicó Acosta.
En su estudio, las clases se imparten en grupos reducidos de hasta cuatro personas, lo que garantiza un acompañamiento personalizado. Los costos varían entre G. 220.000 y G. 620.000, según la cantidad de clases por semana.
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