Luis Trinidad, cuenta que Ñandú no busca simplemente ofrecer excursiones, sino vivencias que transforman. “Buscamos que la gente se lleve algo más que fotos: que se lleve una emoción, un aprendizaje, un vínculo”, explicó.
Ñandú Experiencia parte de la premisa que el viaje no termina cuando se regresa a casa, sino cuando algo se despierta por dentro. Por eso, cada propuesta está pensada para conectar a las personas con entornos naturales, con la cultura local y con prácticas de bienestar personal.
“Ñandú significa sentir y eso es lo que buscamos: que las personas sientan. No se trata de subir a una van, visitar un lugar y volver. Se trata de estar, de percibir, de interactuar”, enfatizó Trinidad.
Las actividades que ofrecen son tan diversas como significativas: caminatas interpretativas en reservas naturales, observación de aves, talleres con comunidades locales, sesiones de yoga y meditación al aire libre, experiencias artísticas, aromaterapia, cine consciente y hasta peñas bajo las estrellas.
“Nuestros viajes son temáticos. Por ejemplo, en septiembre vamos a repetir una experiencia de yoga con pintura al aire libre, para recibir la primavera con una temática botánica. Siempre intentamos que nuestras propuestas dialoguen con los ciclos de la Tierra”, adelantó.
“Somos un equipo de siete personas que sostiene esto con el corazón. No lo hacemos por dinero. Lo hacemos porque creemos que el bienestar no es un lujo, sino una necesidad vital. Y creemos que se puede alcanzar a través del contacto con la naturaleza y con otros seres humanos”, afirmó.
Ñandú nació en 2020, en pleno aislamiento por la pandemia de Covid-19. Fue un momento en que muchas personas comenzaron a replantearse su forma de vivir, consumir y moverse por el mundo.
“Después de tanto encierro, la gente empezó a buscar espacios donde pudiera respirar, donde pudiera volver a sentirse viva. Y ahí apareció Ñandú. Empezamos muy de a poco, con mucha incertidumbre y agotamiento emocional. Pero nos sostuvimos con la convicción de que este proyecto era necesario”, relató.
Ñandú está construyendo una comunidad de personas que viajan con propósito. Personas de distintas edades y perfiles, que coinciden en el deseo de experimentar el mundo de una forma más consciente, respetuosa y sensorial.
“Tratamos de que nuestras experiencias sean inclusivas. A veces hacemos actividades de aventura que requieren cierta condición física, pero muchas otras son para todo público. Jóvenes, adultos mayores, familia, todos pueden encontrar un espacio aquí”, dijo Trinidad.
“Nos emociona mucho cuando alguien nos dice que un viaje con Ñandú le cambió algo adentro, que volvió con otra mirada, con otra energía. Ese es nuestro mayor logro”, agregó.
Uno de los aspectos más distintivos de Ñandú es cómo integra el arte y la espiritualidad dentro de sus experiencias. “No se trata de ir al bosque y hacer una caminata, más bien es de crear momentos donde podamos expresarnos, contemplar, sanar. Por eso hacemos yoga, pintura, música. Todo eso se enraíza en el lugar que visitamos”, dijo.
Estas actividades no se improvisan: tienen un hilo conductor. “Tratamos de que cada experiencia tenga un sentido profundo. Por ejemplo, si celebramos la llegada de la primavera, lo hacemos desde una perspectiva botánica, conectando con las plantas, sus colores, sus ciclos”, detalló.
La propuesta de Ñandú se inscribe dentro de un modelo de turismo regenerativo, que no solo busca no dañar, sino mejorar activamente los ecosistemas y las comunidades que toca.
“Estamos presentes en territorios poco visibilizados. Trabajamos con personas y organizaciones locales. No venimos a imponer, sino a integrar. Queremos que la presencia de Ñandú deje una huella positiva, cultural y espiritual”, expresó Trinidad.
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