Los AGT-PI, presentes en muchos alimentos procesados, grasas y aceites, han sido identificados como factores de riesgo significativos para la salud cardiovascular. Este tipo de grasa, producida artificialmente, no solo obstruye las arterias, sino que también aumenta considerablemente el riesgo de desarrollar cardiopatías coronarias y provoca muertes prematuras asociadas a estas afecciones.
Un análisis detallado muestra que un aumento en el consumo de grasas trans, cuando supera el 1% de la ingesta total de energía diaria, está estrechamente vinculado a un mayor riesgo de cardiopatía coronaria y muerte por esta causa. De hecho, la ingesta excesiva de AGT-PI es responsable de más de 500.000 muertes prematuras cada año a nivel mundial.
Las consecuencias adversas del consumo elevado de AGT incluyen un incremento del 34% en el riesgo de muerte por cualquier causa y del 28% por enfermedades cardíacas. Además, se observó un aumento del 21% en el riesgo de aparición de cardiopatías coronarias y, aunque no tan significativo, un incremento del 7% en el riesgo de muerte por accidente cerebrovascular isquémico y del 10% en el riesgo de diabetes.
La OMS y la OPS sugieren varias medidas para mitigar estos riesgos, incluidas políticas legislativas y reglamentarias que limiten el contenido de AGT-PI a no más de 2 gramos por cada 100 gramos de grasas totales (equivalente al 2%) en todos los alimentos. También recomiendan prohibir los aceites parcialmente hidrogenados, una de las principales fuentes de AGT-PI. La implementación de estas políticas ya está en marcha en varios países de altos ingresos, donde se ha observado un avance en la eliminación de grasas trans de los productos alimenticios.
Además del enfoque en los AGT, la OMS subraya la importancia de la actividad física como una estrategia crucial para mejorar la salud general y reducir el riesgo de enfermedades no transmisibles. La falta de actividad física es identificada como uno de los principales factores de mortalidad global, con un aumento en muchos países. La actividad física regular, que incluye cualquier movimiento corporal que requiera gasto de energía, puede reducir significativamente el riesgo de hipertensión, enfermedades coronarias, accidentes cerebrovasculares, diabetes, cáncer de mama y colon, así como la depresión. Los beneficios de la actividad física también abarcan la mejora de la salud ósea, funcional y el control del peso.
La promoción de la actividad física se ha convertido en una prioridad global, con iniciativas como el Plan de Acción para la Prevención de la Obesidad en Niñez y Adolescencia y el Plan de Acción Mundial sobre Actividad Física, que buscan guiar a las poblaciones hacia un estilo de vida más saludable.
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