Florentín explicó que el año mostró dos velocidades marcadas. “En los primeros meses, el gran protagonista fue el impuesto aduanero, con crecimientos que llegaron hasta 24,5% en junio en términos interanuales. Pero la apreciación del tipo de cambio redujo la base imponible y ese impulso cayó rápidamente”, relató. Al cierre del tercer trimestre, el promedio de crecimiento del tributo aduanero había bajado a 6,5%, muy por debajo de los picos de comienzos de año.
El escenario se revirtió a partir del segundo semestre, cuando los impuestos internos comenzaron a liderar la recaudación. Según Mentu, el crecimiento interanual alcanzó niveles destacados, con incrementos mensuales de 20,6% en agosto, mientras que en octubre y noviembre el promedio mensual fue de 9,1%, consolidando una tendencia sostenida en la segunda mitad del año. “Hoy los impuestos internos son los que están empujando las recaudaciones, con un desempeño superior tanto en el acumulado anual como en los últimos trimestres”, subraya Florentín.
El fenómeno tiene explicación directa: más actividad económica, especialmente en servicios. El Índice Mensual de Actividad Económica (IMAEP) muestra al sector servicios como líder del crecimiento, con una expansión interanual de 7% a septiembre, impulsado por restaurantes, hoteles, comercio minorista y entretenimiento. “Tuvimos un calendario con eventos internacionales que movieron fuertemente estos sectores, y eso se tradujo en recaudación, empleo y consumo”, apunta el analista.
El agro también aportó una recuperación, aunque más moderada. Tras un inicio de año condicionado por la sequía, se registró un repunte en rubros como arroz y harina, que comenzaron a dinamizar nuevamente la producción primaria. Sin embargo, Florentín aclaró que el impulso principal no provino del campo, sino del mercado interno urbano, con una demanda sostenida en servicios y actividades terciarias.
La volatilidad del tipo de cambio también fue determinante. Con el dólar alto en enero y marzo, la recaudación aduanera creció entre 13,1% y 15,2%, pero cuando el tipo de cambio empezó a bajar, la dinámica se revirtió. “A medida que baja la cotización, se reduce la base imponible. Eso explica la desaceleración del impuesto aduanero y el protagonismo creciente de los impuestos internos”, resume Florentín.
Otro fenómeno relevante del año fue el impacto de la inversión extranjera bajo regímenes especiales. Según datos oficiales citados por Mentu, la Ley 6090 registró mayor participación de capital foráneo en 2025, mientras que en 2024 el peso había sido predominantemente nacional. Aunque estos inversores acceden a incentivos fiscales, el flujo de capital genera expansión económica indirecta. “La inversión en maquinaria, infraestructura y empleo se traduce en más consumo y, en consecuencia, más recaudación interna”, afirmó.
El avance de la formalización también se consolida como una tarea central. Florentín señaló que Paraguay sigue enfrentando un escenario desafiante: 58% de las personas ocupadas trabajan en condiciones de informalidad, lo que significa que solo 4 de cada 10 paraguayos tiene empleo formal. El segmento más crítico continúa siendo las mipymes, donde la tasa de registro es mínima. “De aproximadamente 390 mil pymes, apenas 50 mil cuentan con cédula del Ministerio de Trabajo. Es un margen enorme de mejora para los próximos años”, enfatizó.
En este contexto, la Administración Tributaria (ANE) viene fortaleciendo su estrategia sin recurrir a aumentos impositivos, sino mediante inscripción, control y simplificación. Según Florentín, la presión fiscal estuvo entre 8% y 9% del PIB, pero el país aspira a elevar su capacidad recaudatoria sin afectar competitividad. “Lo fundamental será mantener atractivo el ambiente de negocios, pero con empleo y empresas más formales”, analiza.
El balance del año deja señales alentadoras. La economía logró sortear shocks climáticos, la desaceleración del tipo de cambio y un escenario regional desafiante, con una estructura productiva que, aunque todavía heterogénea, muestra capacidad de absorción y respuesta. “Este fue un año de transición, donde pasamos de depender del comercio exterior a depender más del mercado interno. Si logramos sostener formalización, inversión y empleo, 2026 puede ser aún mejor”, concluyó el analista de Mentu.
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