La Alianza Fintech Iberoamérica no es un proyecto reciente. Surgió hace más de una década como una iniciativa conjunta de algunas de las primeras cámaras fintech en la región, específicamente de México, Colombia y España. En sus inicios, la industria no tenía el tamaño ni el impacto que muestra actualmente, por lo que la colaboración avanzó de manera paulatina.
Con el tiempo, la iniciativa perdió fuerza, hasta que a mediados del 2018-2019, se retomó con fuerza y se constituyó formalmente en Chile, estableciendo su personería jurídica. Desde entonces, la alianza atravesó tres o cuatro periodos en esta “nueva era”, consolidándose como un espacio de cooperación entre asociaciones fintech de distintos países. “La meta en todos los países es la misma: hacer crecer la industria fintech”, resumió Chacón.
En cuanto al sector Chacón señaló que existen dos formas de desarrollo, “El crecimiento orgánico se da cuando emprendedores, de forma independiente, deciden incursionar en soluciones fintech al identificar oportunidades en el mercado y por otro lado, el estructurado impulsado por incubadoras y aceleradoras que forman a los emprendedores en todos los aspectos para crear y escalar una startup, desde la concepción del producto hasta su comercialización o venta”, dijo.
“Cuando hay muchas incubadoras activas en un ecosistema, se genera una autoinnovación constante y un flujo de soluciones que responden a las necesidades reales de la población”, agregó.
Una fintech nace, en esencia, para resolver una necesidad detectada en la población. La intención, recalcó Chacón, es positiva: mejorar la vida de las personas mediante soluciones financieras innovadoras.
Sin embargo, el desafío está en operar dentro de un sistema financiero tradicional, antiguo y fuertemente regulado debido a su larga historia y a experiencias pasadas. Este contexto exige que los nuevos actores digitales se adapten a reglas pensadas para otra era, lo que genera tensiones y la necesidad de diálogo con reguladores.
“El consumidor está en el centro. Una fintech no busca crear problemas, sino resolverlos. La protección al usuario es parte de ese camino, y el emprendedor fintech aprende a convivir con las regulaciones del sistema financiero tradicional”, sostuvo.
Uno de los temas más disruptivos en el ecosistema es la tokenización de activos, proceso que Chacón conoce de primera mano por la experiencia de El Salvador. Desde 2023, su país cuenta con una Ley de Activos Digitales que regula la creación de tokens en blockchain vinculados a activos reales y establece un marco legal claro para su comercialización.
La tokenización consiste en emitir un token digital que represente un activo físico o financiero, asegurando que su vínculo sea jurídicamente válido. Este mecanismo no solo moderniza los mercados, sino que abre oportunidades para emitir deuda o acciones en formato digital y negociarlas a nivel global, rompiendo barreras geográficas. En El Salvador, además, esta ley contempla ventajas fiscales para las emisiones en tokens, incentivando a las empresas a experimentar con esta tecnología.
“Es un mercado que está empezando, pero que crecerá hasta competir con los mercados de valores tradicionales. Quien no se suba a esta ola se quedará atrás”, advirtió Chacón.
Para Chacón, Paraguay comparte muchas características con su país: poblaciones similares (7 millones en Paraguay, 6,5 millones en El Salvador), economías en crecimiento y un incipiente desarrollo en tokenización y startups, fenómeno que comenzó hace apenas dos o tres años, tras la pandemia.
En su tercera visita al Fintech Day, Chacón percibe una evolución notable como, mayor calidad de producción del evento, presencia de grandes marcas que antes no participaban, y mayor interés de actores tradicionales por el fintech
Este crecimiento, afirmó que es señal de que la industria está ganando relevancia y atrayendo a “grandes jugadores”, lo que a su vez beneficia a empresas más pequeñas mediante alianzas y oportunidades compartidas.
A pesar del avance, Chacón consideró que el ecosistema paraguayo necesita más incubación de empresas, especialmente enfocadas en fintech. Esto implica un trabajo conjunto entre universidades, sector privado, gobierno y reguladores para crear un entorno fértil para la innovación. El objetivo final es lograr la inclusión financiera, con una amplia oferta de productos que atiendan a la base de la pirámide social.
“Todos debemos aportar, universidades, gobiernos, reguladores, industria e inversionistas. Así convertiremos el ecosistema en un verdadero hub de innovación tecnológica en soluciones financieras”, puntualizó.
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