Inspirado, como lo denota su nombre, en la figura de Gaspar Rodríguez de Francia, Dr. Francia Bar se propone crear un nuevo segmento de clientes y abre las puertas a emprendimientos similares.
Su propietario, Víctor Chávez, es fotógrafo de profesión, acostumbrado a trabajar los fines de semana y conocedor de la noche. Cuando la pandemia lo dejó sin su principal actividad laboral, como otros, tuvo que reinventarse, y con su esposa, Ana Barboza, decidieron abrir en Carapeguá un local como el que uno encuentra en la zona de Carmelitas.
“En un principio le dimos un enfoque más gastronómico, música en vivo, con una onda bar tipo Carmelitas, pero fue mutando hasta convertirse en un bar de tragos, de bailes, con música de disc jockey, con grupos en vivo, como Kchiporros. Muchas veces cerramos la calle, para hacer fiestas y brindar una experiencia diferente”, dijo Chávez.
Un chef de Asunción armó la carta del local y un bar tender capitalino se encargó de la carta de tragos. En el lugar trabajan siete personas oriundas de Carapeguá, adiestradas para atender el local. Una tía de Víctor, también de la ciudad, es la responsable de la cocina.
Los clientes habituales son de las localidades cercanas a Carapeguá, como Paraguarí, Quiindy, San Roque González, Quyquyhó, Mbuyapey, pero también hay personas que van desde Asunción a conocer el bar.
“Tenemos la barra de tragos con uno especial que es El Dictador, el trago de la casa, preparado con caña paraguaya, huevos. También ofrecemos las principales marcas de cerveza, whisky y otros destilados. Para comer contamos con lomitos, pizzas, quesadillas, picada de tapa cuadril. El toque local lo da la picada carapegüeña, con mortadela del lugar y quesos propios de la ciudad”, relató.
El emprendimiento demandó una inversión inicial G. 190 millones. Por el momento este es el único local proyectado, pues su actividad como fotógrafo le dificulta a Chávez el gerenciamiento de Dr. Francia Bar, pero la aceptación del público demostró que iniciativas como esta tienen posibilidades de expansión más allá de Asunción y su área metropolitana.
“En el interior sí hay un público para este tipo de experiencia. En nuestro local no suena cachaca, porque tratamos de crear un segmento distinto a la de la farra cachaquera; además exigimos una tenida. Tampoco permitimos ingresar a personas alcoholizadas, para que la gente que acude sepa que va a tener una buena experiencia. Ni guardia tenemos porque quienes vienen son gente tranquila”, resaltó.
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