“Nitsuga viene como parte de una serie de colecciones en las que hacemos un homenaje a la música paraguaya”, explicó Quiñónez. Si en la temporada anterior la colección se llamó Guarania, esta vez el centro es Mangoré, con su inconfundible estilo que oscilaba entre lo lírico europeo y lo identitario guaraní.
“Él prácticamente adoptaba un disfraz para tener esa personalidad indígena guaraní, pero su música era barroca, lírica, muy europea. Era como un choque de dos mundos. Y eso buscamos transmitir en la colección: prendas muy elaboradas, estilizadas, y otras más simples, más étnicas”, explicó.
Así, las camisas, los vestidos y las blusas de Nitsuga evocan tanto la complejidad barroca de las partituras de Mangoré como la sencillez ancestral de la tradición guaraní. El eje de la colección está en la artesanía. En esta ocasión, las líneas se organizaron más que nada en función de la técnica:
Línea Mandiyu (telar): ponchos y accesorios creados con tres técnicas distintas de telar.
Ñandutí y encajeyú: aunque no conforman una misma línea, el estilismo que desprenden tiene puntos en común.
“Nosotros antes trabajábamos mucho más con el ñandutí, pero ahora estamos incorporando más encajeyú y ao po'i, ampliando el abanico de lo que ofrecemos”, señaló Quiñónez. Uno de los detalles más llamativos de Nitsuga es el uso de títulos de composiciones de Mangoré para bautizar las prendas: India, Las Abejas, La Catedral, Nitsuga. Cada vestido, cada blusa, lleva consigo un pedazo de historia musical transformada en moda.
La línea de mujer, la más directamente vinculada a Mangoré, es la que recoge estos nombres. En cambio, en la línea masculina los homenajes se extienden a escritores paraguayos: Elvio Romero, Augusto Roa Bastos, Fulgencio R. Moreno, entre otros.
“Me parece más enriquecedor vincular la moda con otros sectores de la cultura paraguaya. Le da carácter al producto, lo vuelve más que una prenda: lo convierte en memoria y en homenaje”, mencionó Guadalupe.
El desarrollo de Nitsuga llevó al menos seis meses de trabajo conjunto con los artesanos. “La colección no se arma de un día para otro, es un proceso que se construye mientras se va creando con ellos”, dijo.
Aunque la colección ya está definida en prototipos, las piezas no salen todas juntas: “No hacemos una producción masiva. Vamos sacando de a poco, a medida que avanza la temporada. Algunas prendas ni siquiera llegaron todavía a la sesión de fotos”, indicó.
Quiñónez evita llamarse artista, aunque reconoce que el proceso de diseño es profundamente artístico. “El verdadero artista es también el artesano. Yo sin ellos no existo”, enfatizó.
“Ofrecemos productos culturales, más que moda en sí. Es una forma de darle otra lectura al producto: que el consumidor lo valore no solo por su estética, sino también por su trasfondo, su historia, su elaboración. Incluso muchos piden las etiquetas que explican cómo se hizo el producto, porque eso le da otro valor”, agregó Quiñonez.
En cuanto al crecimiento del sector desde su punto de vista: “Hoy veo que se le da mucha importancia a la artesanía y a la cultura. Eso se refleja en la moda, en el arte, en el diseño de interiores, incluso en la gastronomía. Todo está incorporando elementos culturales propios”. “Para mí Morena Toro es eso: moda cultural. Es moda que se nutre de la artesanía, del arte, de la historia. Es cultura hecha prenda”, resumió Quiñónez.
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