Esa sensación —o llama, como suele decirse—, aparentemente dormida durante años, encontró su cauce cuando decidió ingresar a El Estudio, la escuela de formación del maestro Agustín Núñez, donde descubrió la complejidad y riqueza del fenómeno teatral.
“Yo venía siguiendo la carrera del maestro Agustín Núñez y, en esa búsqueda, me enteré de que tenía una escuela de formación actoral, El Estudio. Así que hice las audiciones y, a partir de ahí, no hubo vuelta atrás. Ese espacio de formación me dio la posibilidad de vincularme con el fenómeno teatral desde los diversos aspectos que conforman este hecho tan complejo”, comentó.
Mirar hacia atrás siempre supone un ejercicio de contraste. Para Mongelós, el inicio de su carrera está marcado por la curiosidad y la valentía de lanzarse a cada propuesta.
“Tenía los nervios a flor de piel y las ganas de hacer todo lo que se me ponía enfrente. Pero también tuve la suerte de nutrirme de referentes muy importantes, tanto maestros como compañeros, que me enseñaron a mirar el material desde otra perspectiva”, señaló.
Ese aprendizaje le permitió comprender que el trabajo actoral no se reduce a seguir indicaciones, sino que también implica posicionarse, proponer y encontrar un sentido en cada interpretación. Esa conciencia temprana se transformó en una guía que lo acompaña hasta hoy.
Definir un estilo propio puede sonar a encasillarse, pero para Mongelós cada proyecto exige una nueva estrategia.
“No podría hablar de una sola forma de trabajar. Cada material, cada historia, cada personaje requiere definir cuál es el proceso adecuado. Indagar, proponer, analizar, desechar y volver a proponer hasta llegar al resultado que me convenza”, explicó.
Si algo atraviesa su forma de trabajar, ya sea como actor o director, es la convicción de que el proceso debe ser riguroso pero también placentero.
“El escenario es un lugar de libertad personal y creadora. En esta época, en la que el tiempo es un bien escaso, poder dedicarle tiempo a los procesos es un privilegio”, afirmó.
Como director, Mongelós se define:
“Siempre soy muy visual en mis procesos, pero intento que esta visualidad trascienda una mera propuesta estética. Me interesa explorar el lenguaje, comunicar más allá del texto, porque creo que las posibilidades del lenguaje teatral son inagotables”.
El actor sostiene que cada proyecto es un desafío en sí mismo, porque cada obra implica ingresar a un universo nuevo. Aun así, recordó con especial entusiasmo su participación en La habitación blanca, del dramaturgo catalán Josep María Miró, bajo la dirección de Agustín Núñez.
“Es un texto sumamente complejo, con juegos temporales que demandan mucho del actor. Fue un viaje muy placentero, con compañeros de elenco a los que admiro profundamente”, contó.
Cuando habla de la escena nacional, Mongelós recuerda cómo, durante la dictadura, el teatro se convirtió en un espacio de resistencia cultural, sostenido por grupos independientes que, pese a la censura y la represión, mantuvieron viva la creación artística.
“Creo que hoy es necesario rescatar esa conciencia histórica y reflexionar sobre el momento que nos toca vivir. Estamos en una época en la que se valora demasiado lo instantáneo. Conviven propuestas muy diversas en calidad y contenido: algunas con búsquedas genuinas y comprometidas, y muchas otras que se quedan en lo anecdótico. Pero son las primeras las que resuenan y hacen que el teatro se haga presente en nuestro contexto”, apuntó.
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