“Empecé experimentando en la facultad con stencils y murales precarios, intentando plasmar lo que veía y sentía. En el 2010 llego a Asunción a trabajar en la agencia Oniria, con la cual ya a través de internet teníamos un contacto y empezamos a hacer algunos trabajos freelance. Y desde ahí hasta acá fui evolucionando. Desde el 2010 hasta acá, ya son 15 años de estar todos los días trabajando en mi proyecto, que es un poco vivir de mi arte, desde el graffiti, desde la ilustración, desde el diseño gráfico”, contó Lucas.
La llegada a Asunción marcó un punto de inflexión, le permitió consolidar una marca personal, desarrollando murales de gran tamaño, colecciones de ropa y proyectos de branding para empresas. “Para mí, gran parte de esto fue una inversión: en materiales, en tiempo, en movilidad. Traté de mostrar mi arte para que me llamen por lo que quiero, y no por lo que otros piensan que yo puedo hacer”, explicó.
Para Lucas, la identidad artística se construye con los años. Cada color, forma y temática que elige refleja su historia y sus raíces. Nacido en una familia humilde de la ciudad de Formosa, su vínculo con la cultura popular latinoamericana es fuerte y evidente en su obra. “Me encanta la cultura popular paraguaya. Pinto lo cotidiano, un chipero, una gallina, un perro que se pelea, pero siempre colorido, como si fuera una fiesta”, dijo. Así, sus murales no solo decoran la ciudad, más bien cuentan historias que dialogan con el día a día de la comunidad.
El proceso de creación en espacios urbanos implica desafíos importantes. Lucas destacó que el tiempo y los materiales son a veces enemigos, “nos arreglamos con lo que tenemos. No tenés una escalera, ponés lo que encontrás y pintás lo más grande posible”, mencionó. Aun así, aseguró que la respuesta de la ciudadanía es positiva, “la gente nos recibe bien, sabe que lo hacemos con buenas intenciones. Queremos modificar espacios olvidados, no vandalizarlos”.
Además, Lucas señaló que el graffiti también tiene un componente de memoria histórica y social. “Nuestro peor enemigo son las pintadas políticas. Todos los artistas urbanos coincidimos en que tapar los murales con política es un error, porque detrás de cada obra hay tiempo, dinero e ideas invertidas. Pintamos también para los niños, para devolver algo de lo que nos impactó en nuestra infancia. Estoy seguro que a todos los artistas que pintan, alguna vez de niño vieron un graffiti o de adolescente y les cambió la vida. Entonces, de alguna manera lo que hacemos es devolver un poco ese favor que nos hicieron a nosotros para mostrarnos este camino”.
A lo largo de sus casi 40 años de vida, Lucas pintó innumerables murales. Reconoce que es imposible contarlos, pero cada uno tiene un valor. “Nuestro arte es efímero. Nos encanta cuando dura, pero sabemos que eventualmente será tapado o destruido. Lo importante es capturarlo y compartirlo con la sociedad”, enfatizó. Esta filosofía resalta la naturaleza temporal y colectiva del graffiti, donde la obra trasciende al artista y se integra en la vida cotidiana de la ciudad.
El arte urbano en Paraguay atraviesa un buen momento, en parte gracias a la visibilidad que ofrecen las redes sociales. “Internet, TikTok y otras plataformas hicieron que la gente sepa más sobre lo que ve en su ciudad. Hoy todos tienen noción de lo que es un graffiti”, dijo Lucas.
Lucas We también diversificó su obra hacia la ilustración, el diseño gráfico y la creación de marcas. Su enfoque innovador busca llevar el arte urbano más allá de las paredes, aplicándolo en ropa, murales corporativos y proyectos visuales para empresas.
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