La medida la comunicó la Federación Iraní de Fútbol (FFI), a través de su portavoz Amir‑Mehdi Alavi, quien aseguró que la negativa no tiene nada que ver con lo deportivo: “Hemos informado a FIFA que las decisiones tomadas no tienen nada que ver con el deporte y que los miembros de la delegación iraní no participarán en el sorteo”.
Según informaciones oficiales, el visado fue rechazado incluso para figuras clave como el presidente de la federación, Mehdi Taj, mientras que algunos otros miembros, como el entrenador, sí obtuvieron autorización de ingreso.
La FFI consideró que esa decisión constituye una postura política, ajena al espíritu deportivo, y exigió que la FIFA actúe al respecto. Hasta el momento, la organización mundial no emitió una declaración oficial sobre la protesta ni siquiera adelantó si buscará mediar ante el gobierno estadounidense.
El boicot de Irán tiene implicancias inmediatas: su ausencia del sorteo implica que no conocerá a sus rivales de la fase de grupos junto con el resto de las selecciones. Además, sendas tensiones políticas ponen en cuestión su futura participación plena, una vez que ya había logrado clasificarse al Mundial 2026.
El contexto de la decisión no es nuevo: las relaciones diplomáticas entre Irán y Estados Unidos llevan décadas fracturadas. La negativa de visados a figuras del fútbol es un capítulo más de ese historial, que vuelve a mezclar geopolítica con deporte.
Para un Mundial que se perfila como histórico (primera edición con 48 selecciones y sedes compartidas entre Estados Unidos, México y Canadá), la ausencia de una delegación como la iraní en el sorteo pone una sombra incómoda sobre las aspiraciones de globalización del torneo.
Queda por ver si este boicot se limita a la ceremonia de sorteo o si podría escalar hacia un retiro total del certamen. Mientras tanto, Irán envía un mensaje claro: para ellos, el fútbol no está por encima de sus principios diplomáticos.
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