“El ganado criollo está presente en Paraguay desde la época de la conquista y desarrolló una capacidad de adaptación extraordinaria a los ambientes locales. Eso lo convierte en una opción productiva con menores costos de manejo, menos uso de insumos veterinarios y un impacto ambiental reducido”, explicó para InfoNegocios Cristina Morales, directora de Desarrollo Sostenible de WWF-Paraguay.
El recorrido incluyó visitas a los núcleos donde aún sobreviven los distintos grupos de criollo: el Pampa Chaqueño, el Ñeembucú y el Pilcomayo. Cada uno enfrenta desafíos propios, pero comparten un mismo potencial: la posibilidad de generar carne de calidad bajo sistemas de producción de bajo costo y con alta resiliencia frente a fenómenos climáticos extremos.
En Pozo Colorado, los participantes conocieron el núcleo de conservación del Criollo Pampa Chaqueño, que desde hace 30 años es protegido por la Asociación Paraguaya de Criadores de Pampa Chaqueño (APCPCh). Su presidenta, Veronika Niedhammer, aseguró para nuestro medio que este ganado no solo es un legado histórico, sino también una alternativa rentable: “El criollo chaqueño puede prosperar en condiciones naturales, sin necesidad de modificar el entorno, y entregar un producto de valor. Hoy estamos trabajando en líneas de investigación vinculadas a la calidad de carne para abrir nuevas oportunidades de mercado”.
En Humaitá, el panorama es más crítico: apenas 47 ejemplares del Criollo Ñeembucú permanecen en pie. Según un estudio del CONACYT (2020), su resistencia a la humedad, el calor y las enfermedades lo posiciona como un recurso genético único. “En épocas de escasez, este ganado aprovecha especies vegetales de los humedales y logra recuperarse más rápido que otras razas”, señaló el criador local Guillermo Souto.
El Criollo Pilcomayo, por su parte, sobrevive en Boquerón en manos de más de 100 familias que mantienen pequeños rodeos a lo largo de la ribera del río. Su dieta se basa en especies nativas como algarrobo y mistol, e incluso cactus en épocas de sequía, una característica que lo hace altamente competitivo en el Chaco seco, donde los sistemas convencionales requieren mayores inversiones.
De acuerdo con Morales, el Tour no solo actualizó datos que no se renovaban desde 2004, sino que además sirvió para identificar líneas de acción: “Estamos trabajando en un plan que combine investigación, estudio de mercado, visibilización y medidas de protección. La idea es articular con el Estado y con productores locales para posicionar al ganado criollo como una alternativa económicamente viable y ambientalmente sostenible”.
El desafío, advierten los especialistas, es doble: conservar un patrimonio genético que se redujo drásticamente desde la década de 1970 por cruzamientos con razas foráneas y, al mismo tiempo, demostrar su competitividad en un mercado ganadero cada vez más exigente en materia de sostenibilidad.
“El ganado criollo no necesita grandes inversiones en infraestructura ni en suplementación alimentaria. Eso se traduce en menores costos de producción y, al mismo tiempo, en un producto con atributos diferenciales que pueden abrir nichos de mercado, tanto a nivel local como internacional”, añadió Niedhammer.
WWF insiste en que se trata de un recurso especialmente valioso para los pequeños productores rurales, quienes pueden aprovechar su rusticidad y bajo costo de mantenimiento para asegurar ingresos estables, mejorar la seguridad alimentaria y reducir la presión sobre los ecosistemas.
El ganado criollo, descendiente de los bovinos introducidos por españoles y portugueses en 1493 y base de la ganadería paraguaya desde 1555, se perfila así como un aliado estratégico en tiempos de cambio climático. Resistente, adaptable y eficiente, puede convertirse en una de las cartas más sólidas para proyectar una ganadería paraguaya más competitiva, sostenible y rentable.
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