Cuando se trata de campañas que buscan movilizar emociones o adhesiones masivas, el hashtag cumple una función que va más allá de lo técnico. Galli describió que, “la estrategia detrás de un hashtag en este tipo de campañas es principalmente simbólica y organizativa. Un hashtag funciona como etiqueta: concentra la conversación en un lugar reconocible. En campañas políticas, culturales o sociales también genera identidad colectiva a través de lo simbólico, utilizándolo como bandera o lema”.
Es decir, más que un simple marcador digital, el hashtag se transforma en una insignia compartida, una consigna que ordena y articula las voces de miles de usuarios en torno a una causa o movimiento. Ejemplos recientes lo demuestran: desde consignas políticas en épocas electorales, hasta movimientos globales como #MeToo o #BlackLivesMatter, que lograron trascender la virtualidad para instalar debates en la agenda pública.
El auge inicial de los hashtags estuvo ligado a su capacidad de descubrimiento. Bastaba con ingresar a #Elecciones o #Oscars para acceder a un flujo ininterrumpido de publicaciones sobre esos temas. Sin embargo, ese ecosistema cambió radicalmente con la llegada de los algoritmos.
“En el inicio, los hashtags eran herramientas de descubrimiento. Hoy, con algoritmos que priorizan predicción de relevancia sobre búsqueda, los hashtags perdieron fuerza como motor de alcance. Pasaron de ser puertas de entrada al contenido a ser metadatos contextuales que ayudan al algoritmo a interpretar de qué se trata una publicación”, explicó Galli.
La consecuencia es clara: ya no son los hashtags quienes abren la puerta a la viralización, sino los sistemas de recomendación algorítmica que determinan qué publicaciones aparecen en los feeds de los usuarios.
En ese contexto, si los algoritmos son quienes dictan qué se convierte en tendencia, ¿qué lugar queda para el hashtag?. Para Galli, es “perdieron protagonismo. Los hashtags ya no generan tendencia; son los algoritmos quienes deciden qué tema se convierte en tendencia y qué no. Eso no significa que el hashtag esté muerto: sigue funcionando como ancla narrativa y como parte de la conversación en momentos masivos”.
En redes sociales como TikTok, Instagram o Threads, el valor de los hashtags no desapareció, pero sí se transformó. Galli señaló que la práctica más efectiva actualmente es la moderación: “Lo más efectivo hoy es usar pocos y relevantes, evitando llenar el pie de publicación con decenas de etiquetas. Conviene priorizar hashtags que describan el contenido (#RecetasFáciles, #MarketingDigital) o que se conecten con un momento cultural puntual (#Asu2025). En TikTok e Instagram Reels funcionan sobre todo como señales de clasificación para el algoritmo, mientras que el alcance real lo marcan la retención y la interacción”.
Por eso, lo importante está en elegir hashtags que aporten claridad, contexto y pertinencia, más que apostar al volumen. El uso indiscriminado de etiquetas puede ser contraproducente. En lugar de sumar visibilidad, transmite un mensaje de improvisación o de poca profesionalidad.
Galli lo sintetizó así, “el exceso de hashtags transmite improvisación o falta de profesionalismo. Un mensaje con 15 hashtags pierde fuerza porque le resta organicidad. En cambio, un uso curado y estratégico refuerza el tono de la comunicación y suma claridad”.
Este detalle es particularmente importante en campañas que buscan credibilidad, donde cada elemento comunicacional —incluyendo los hashtags— debe estar alineado con un propósito claro.
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