René Palacios, gerente de Biodiversidad y Áreas Protegidas de WWF Paraguay, ofreció una mirada profunda y reveladora sobre este oficio esencial y sobre el estado actual de las áreas naturales protegidas del país. “La función principal de ellos es cuidar el espacio al que están asignados dentro del territorio. Y esos espacios tienen diferentes categorías, tamaños y objetivos, entonces ese cuidado implica un montón de cosas”, explicó Palacios.
La diversidad de tareas que asume un guardaparque abarca desde la protección activa ante amenazas —como la caza furtiva o la deforestación ilegal— hasta el monitoreo científico, el manejo del ecosistema, la recepción de visitantes, la educación ambiental y la presencia institucional en lugares donde el Estado muchas veces está ausente.
No es lo mismo custodiar una reserva pequeña, posiblemente privada y con acceso limitado, que un parque nacional con miles de hectáreas y múltiples presiones externas. “Ese cuidado implica proteger, monitorear, manejar el sistema natural para que se mantenga en el tiempo. También prevenir o contrarrestar acciones que tengan un impacto negativo sobre el área”, enfatizó.
La figura del guardaparque ha experimentado una notable transformación en las últimas décadas. “Antes eran más como naturalistas, enfocados exclusivamente en la protección, pero ahora enfrentan otras condiciones”, indicó René.
Hoy, el guardaparque debe dominar herramientas tecnológicas, conocer marcos legales, gestionar el turismo sostenible, colaborar con comunidades y, en muchos casos, operar en contextos complejos donde convergen intereses sociales, económicos y ambientales. “Ahora tienen más acceso a tecnología, mejor información y pueden incluso planificar mejor su trabajo y hacerlo más eficiente”, agregó.
WWF ha acompañado esta evolución brindando capacitación, equipamiento y apoyo institucional tanto a los guardaparques como a los técnicos responsables de las áreas protegidas del Ministerio del Ambiente y Desarrollo Sostenible (MADES). “Hay una evolución también en la formación. Las funciones se diversifican con el tiempo: no solamente están ahí cuidando, también reciben a las personas que visitan las áreas y cumplen un rol en educación y gestión”, señaló.
La biodiversidad paraguaya enfrenta múltiples amenazas, muchas de ellas con una velocidad y un alcance sin precedentes. La expansión agrícola y ganadera, la urbanización descontrolada y, especialmente, el cambio climático son presiones constantes sobre los ecosistemas.
“Hay un cambio que se da en el entorno de las áreas naturales. Ese cambio responde al desarrollo económico o social: puede ser productivo, agropecuario o simplemente habitacional”, explicó Palacios.
El Sistema Nacional de Áreas Protegidas en Paraguay se compone de tres tipos de gestión: pública, privada y de entes autárquicos. Cada una de estas modalidades presenta distintos grados de infraestructura, presupuesto y presencia institucional. “El tema público es el que se maneja a nivel del Ministerio del Ambiente. Creo que el porcentaje de áreas con presencia institucional efectiva es importante, pero aún tenemos muchas áreas descargadas”, advirtió Palacios.
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