Tamara recordó que la inspiración surgió tras un viaje a Brasil y Argentina. En ambos países notó cómo el servicio de paseadores de perros era parte del día a día, sobre todo en ciudades donde la mayoría de las personas viven en departamentos y no siempre disponen del tiempo o del espacio para atender las necesidades de sus mascotas.
“Cuando volví, me di cuenta de que en Paraguay este servicio casi no existía. Solo había una persona mayor que trabajaba de manera muy aislada. Entonces decidí empezar. Creé un perfil en Instagram, empecé a pasear y poco a poco fueron llegando más clientes. Como estaba estudiando veterinaria, la gente confiaba mucho en mí, y de repente ya no podía sola. Ahí entendí que había una necesidad real”, relató.
La respuesta fue inmediata: los dueños de mascotas no solo buscaban ayuda logística, también alguien con conocimiento técnico que garantizara la seguridad y el bienestar de los animales.
La premisa de Pasea con Pitu es que todos los perros necesitan salir a pasear, sin importar su tamaño ni si tienen una casa grande. Según explicó Tamara, existe un consenso científico que indica que los paseos no son una cuestión de ejercicio físico, más bien de salud mental y emocional.
“El perro necesita salir a conocer olores nuevos, personas, otros perros. Es su manera de despejarse, de gastar energía y de no sentirse encerrado, incluso aunque viva en una mansión. Un caniche o un pug también necesitan salir tanto como un dálmata o un pitbull”, afirmó.
La experiencia les mostró que muchos problemas de comportamiento (desde agresividad hasta destrucción de muebles) tienen su raíz en la falta de actividad física y estimulación mental. Por eso, Tamara y su equipo suelen recomendar a los clientes que prueben con dos semanas de paseos constantes antes de invertir en adiestradores o terapias de comportamiento. Los resultados, asegura, son notables: perros más tranquilos, menos ansiosos y más receptivos al aprendizaje.
Hoy, Pasea con Pitu cuenta con un equipo de 20 paseadores y atiende a más de 60 familias, muchas de las cuales tienen dos o tres perros, lo que eleva el número de animales atendidos de manera regular a varios centenares.
La logística detrás del servicio es rigurosa. Cada paseador es entrevistado, capacitado y asignado a una zona específica del área metropolitana. De esta manera, los clientes pueden tener horarios fijos y los perros llegan a reconocer la rutina: “Muchos ya esperan a su paseador en la puerta o en la ventana antes de la hora. Esa constancia es clave, tanto para el animal como para el dueño”, comentó.
Los paseos suelen durar una hora y se realizan en las inmediaciones de la vivienda del perro, privilegiando calles tranquilas y seguras. En casos especiales como perros de razas braquiocefálicas (pugs, bulldogs) o aquellos con problemas cardíacos el tiempo de caminata se ajusta a media hora, siempre priorizando el bienestar del animal.
Uno de los principales desafíos fue la falta de conciencia en Paraguay sobre la importancia de los paseos diarios. Muchos propietarios contratan el servicio cuando el perro ya es adulto, lo que dificulta su socialización.
“El mejor momento para enseñar a un perro a socializar es cuando es cachorro. Después de un año ya es más difícil que acepte a otros perros o cambie sus hábitos. En algunos casos debemos pasearlos solos porque simplemente no logran adaptarse a un grupo”, dijo Tamara.
Otro desafío es el contexto urbano: calles muy transitadas, la presencia de perros callejeros y la falta de espacios exclusivos para mascotas. Por eso, el equipo recomienda no pasear más de cuatro perros a la vez por cada paseador, evitando así situaciones de riesgo y garantizando que todos los animales disfruten de la experiencia.
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