A finales de 2021, Pamela habilitó la primera etapa del proyecto. Villa Monteluna —la instalación principal— ofrecía un quincho equipado y acceso directo al arroyo, el protagonista natural del lugar. El espacio era sencillo, pero ya mostraba el sello que hoy define a Monteluna: tranquilidad, naturaleza y absoluta privacidad. Ese enfoque marcó los pasos siguientes de su crecimiento.
Con el aumento de las consultas y la llegada de más visitantes, la propietaria decidió expandir las instalaciones. Construyó cabañas nuevas, incorporó piscinas privadas y diseñó áreas separadas para cada alojamiento. Uno de los pilares del proyecto consistió en garantizar que cada huésped disfrutara de su propio espacio exclusivo. Nada de áreas compartidas, nada de ruido externo. Monteluna creció sin prisa y sin perder su identidad. Pamela amplió comodidades, pero mantuvo la esencia: un lugar pensado para descansar sin interrupciones.
Esa evolución también diversificó al público. En un inicio, Monteluna recibía principalmente a familias que buscaban un entorno amplio y seguro. Con la llegada de las cabañas, comenzaron a hospedarse parejas, grupos de amigos y visitantes que simplemente querían alejarse del ritmo urbano. Hoy, el perfil es variado, pero todos coinciden en lo mismo: llegan buscando desconexión real. Y la encuentran.
El entorno natural es uno de los mayores atractivos. Las vistas abiertas, el arroyo cristalino y el silencio del bosque convierten al lugar en un destino perfecto para quienes necesitan un respiro. Cada alojamiento ofrece privacidad total: piscina propia, quincho independiente y acceso individual al arroyo. Esa distribución permite que cada grupo disfrute sin cruzarse con otros visitantes, algo que los huéspedes valoran especialmente.
Las experiencias registradas hasta ahora resultan muy positivas. Pamela recibe comentarios que destacan la comodidad de las instalaciones y la atención puesta en cada detalle. Muchos mencionan que sienten una paz difícil de encontrar en otros destinos. Incluso surgió una anécdota que ya se volvió parte del folclore de Monteluna: los pájaros carpinteros de la zona golpean a veces los vidrios con tanta fuerza que los huéspedes se sobresaltan, creyendo que alguien toca. Luego todo termina en risas, y el episodio se convierte en un recuerdo más de la estadía.
Actualmente, Monteluna opera con tarifas de temporada alta. Las cabañas para parejas parten desde G. 800.000; las instalaciones para grupos de hasta 6 personas, desde G. 1.200.000; para grupos de hasta 10 personas, desde G. 2.100.000; y para 12 personas, desde G. 2.500.000. En todos los casos, los visitantes reciben espacios completos y exclusivos, sin necesidad de compartir áreas con otros huéspedes.
Monteluna continúa consolidándose como uno de los destinos más privados y naturales de Cordillera. Con una propuesta que combina intimidad, cuidado del entorno y comodidad, Pamela De Paula Gomes convirtió su refugio familiar en un espacio donde cada visitante encuentra exactamente lo que busca: descanso real, naturaleza pura y un respiro para la mente.
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