Aunque suele asociarse únicamente a niños inquietos o distraídos, el TDAH también puede manifestarse en impulsividad, dificultad para concentrarse, desorganización, frustración frecuente e incluso problemas para regular las emociones. En adultos, muchas veces pasa desapercibido y recién se detecta en la vida universitaria o laboral, cuando las exigencias hacen más evidentes las dificultades.
Para entender todas las implicancias del tema, InfoNegocios se puso en contacto con el Dr. Julio Torales, psiquiatra y jefe del Departamento de Psiquiatría Pediátrica del Hospital de Clínicas, quien nos explicó que “el TDAH es un trastorno del neurodesarrollo que se caracteriza por un patrón de déficit de atención, hiperactividad e impulsividad en grado variable, que interfiere en la vida diaria”. Según el especialista, no se trata simplemente de que un niño sea inquieto o tenga problemas para concentrarse en clase, sino que se deben observar múltiples comportamientos sostenidos en el tiempo y en diferentes entornos, como el hogar y la escuela.
Torales alertó, además, sobre la tendencia a patologizar conductas normales de la infancia, es decir, sobrediagnosticar. “Hay veces que se quiere diagnosticar TDAH cuando en realidad estamos viendo un comportamiento esperable para la edad. Un niño que corre en el recreo no necesariamente está enfermo”, advirtió. También señaló que en los últimos años se ha observado un crecimiento en los diagnósticos, lo cual, si bien refleja una mayor conciencia, también puede llevar a errores. “Queremos evitar el sobrediagnóstico. Muchas veces se quiere encontrar una etiqueta rápida para algo que requiere más análisis y contexto”, afirmó.
Por otro lado, el medio también conversó con la psicóloga clínica y neuropsicóloga Rocío Florentín, asesora de la Comisión de Derechos para las Personas con Discapacidad del Senado, quien hizo hincapié en las consecuencias emocionales que atraviesan quienes viven con TDAH, especialmente cuando no son comprendidos ni diagnosticados a tiempo. “El costo social del déficit de atención es muy alto, porque es al que siempre se le llama la atención, se le pide algo que no puede y se le genera culpa”, explicó.
Florentín también remarcó que el TDAH no tiene que ver con una falta de voluntad o desinterés, sino con un funcionamiento cerebral diferente. “No es que no quiere, es que no puede. Hay un menor nivel de dopamina, la corteza prefrontal madura más lentamente y la conectividad entre ciertas áreas cerebrales muestran estar desincronizadas”, detalló. Para la especialista, comprender esta base neurobiológica es clave para dejar de responsabilizar a la persona por algo que no puede controlar sin apoyo.
Uno de los grandes desafíos, según ambos profesionales, es que el entorno (ya sea familiar, educativo o laboral) no siempre está preparado para acompañar correctamente. Torales destacó que el tratamiento debe ser integral, combinando medicación con orientación a padres y terapias complementarias. “No se corrige solo con psicoterapia. La medicación es segura y está probada desde hace décadas, pero siempre debe ir acompañada de un entorno que entienda la condición”, señaló.
Florentín, por su parte, enfatizó en la importancia de adaptar los espacios a las necesidades de las personas con TDAH. “Dar menos consignas, permitir pausas activas, reducir distractores. No es un favor: es un derecho”, dijo. También insistió en que muchos adultos recién reciben el diagnóstico en la adultez, tras años de frustración, y que eso habla de una deuda pendiente en la detección temprana y la educación emocional en Paraguay.
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