“Leía partituras, componía también un poco, y cuando tenía doce años conocí al maestro que me ayudó a formarme, que era integrante de la Orquesta Sinfónica de la Nacional Asunción, José Luis Miranda. Él me convenció de que viniera a la capital. Habló con mi hermano mayor, y dejé todo: mi amigo, mi familia, y vine a estudiar aquí”, recordó Luis Szarán.
Ese paso, marcado por la renuncia y el coraje, fue apenas el inicio de una carrera que lo llevaría a los escenarios más importantes del mundo. Gracias a una beca del gobierno italiano, Szarán se formó en la prestigiosa Academia de Santa Cecilia de Roma, una de las instituciones más prestigiosas del mundo. “Ahí comencé muy joven a dirigir, hice amigos, porque esa academia forma directores de diferentes países del mundo, la más prestigiosa del mundo. Tenía la capacidad y los contactos para conocer otros países”, contó.
Comenzó su carrera internacional muy rápido; ni bien terminó sus estudios, ya había dirigido en más de 40 países. Más de 600 conciertos en el exterior y alrededor de 2.000 en Paraguay forman parte de su impresionante historial. Pero, más allá de los números, su verdadero logro fue abrir camino donde antes no lo había.
“No había una imagen del Paraguay”, confesó Szarán. En los inicios de su carrera internacional, enfrentó prejuicios que ponían en duda que un director de orquesta pudiera salir de un país tan desconocido para el mundo musical. “Cuando fui a París, uno de los músicos me dijo: ‘¿Qué orquesta puede existir en un país lleno de indios?’”.
Fue una bofetada de realidad que lo obligó a demostrar su talento, y también a representar dignamente a su país, luchando contra estigmas construidos sobre el narcotráfico, el contrabando y la ignorancia. Sin embargo, con el tiempo, y gracias a los cambios sociales, económicos y culturales del Paraguay, ese paradigma empezó a transformarse. Hoy, países como Francia y Corea del Sur reconocen el talento paraguayo.
Un ejemplo de ello fue su participación en un festival en Corea del Sur: “Invitaron a doce directores de orquesta de doce países del mundo, y los dos únicos de Sudamérica fuimos México y Paraguay”, destacó Szarán.
Desde los años 80, Szarán estuvo vinculado a la Orquesta Sinfónica de la Ciudad de Asunción (OSCA), de la cual es director titular desde la caída de la dictadura. “Es la base de mi trabajo, comencé junto con el maestro Florentín Jiménez y, a partir de eso, me moví como director invitado en varios países”, mencionó. Entre la red internacional de colaboraciones como director, se encuentran la Orquesta de París, Berlín, Madrid, España, São Paulo, etc.
Durante 15 años dirigió un ensamble de música barroca en Venecia, y recientemente volvió de Corea, donde fue invitado a dirigir por cuarta vez. “Ellos solo hablan coreano. Yo les hablo muy poco”, contó entre risas.
Szarán reconoce el legado de la música popular, como las grabaciones de Luis Alberto del Paraná, que aún hoy se escuchan en Alemania, Francia, Inglaterra y Holanda. Sin embargo, lamenta la escasa difusión de la música sinfónica paraguaya: “Hay una música sinfónica que todavía está por darse a conocer. La producción es muy escasa. Pasan de 60 obras en todo el país”.
Por eso, desde la OSCA y otros espacios, impulsa una nueva etapa de creación, dando espacio a jóvenes compositores y rescatando obras olvidadas. Es un proceso lento y difícil, pero necesario para construir una identidad musical paraguaya sinfónica.
Szarán no duda en afirmar que “En los últimos 20 años, Paraguay creció mucho a nivel cultural. Estamos en una posición privilegiada, en especial en la música”.
La aparición de nuevas instituciones, como el Premio Nacional de Música, el Observatorio Nacional de Música y la multiplicación de orquestas sinfónicas, como la del Congreso, la Nacional, la de UniNorte y la reciente Orquesta Nacional de Música Popular, colocan al país en una posición destacada en la región. “Hoy tenemos más de cinco o seis orquestas. Eso no lo tiene Montevideo, ni Santiago de Chile, ni Buenos Aires”.
Además, el acceso a conciertos sinfónicos gratuitos casi todas las semanas abre la puerta a un nuevo público, democratizando el arte y estimulando a nuevas generaciones de músicos.
Según Szarán, el artista ya no puede limitarse a ser un ejecutante o director talentoso: debe aprender a ser su propio promotor. “El músico tiene que aprender a ser su propio agente”, sostuvo.
Un ejemplo que dio fue el de Sonidos de la Tierra, que forma a más de 600 artistas, donde los jóvenes crean sus páginas de promoción, sus pequeñas empresas, y muchos ya trabajan en el exterior, en hoteles y cruceros.
¿Qué escucha Luis Szarán cuando no está trabajando?
Es la mejor pregunta que nunca nadie me hizo. Evito la música clásica, porque sufro; escucho como un entrenador ve un partido: analizando cada error, cada dificultad técnica.
En cambio, me dejo llevar por los sonidos populares del mundo, especialmente de culturas exóticas, indígenas y comunidades originarias. Eso es lo que más me gusta escuchar, y dejarme llevar con el pensamiento.
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