Según Cristaldo, a inicios de los años 90 Paraguay producía unas 2 millones de toneladas de granos —entre soja, trigo, maíz, arroz y girasol—. Hoy, esa cifra ronda las 18 millones de toneladas. “El volumen se multiplicó por 8 y el área sembrada por tres, lo que refleja no solo mayor superficie sino también un incremento notable en los rendimientos”, explicó.
Un caso emblemático es el del arroz: en 1991 apenas se cultivaban 10.000 hectáreas con una producción de 30.000 toneladas. Actualmente, la superficie supera las 100.000 hectáreas y la producción supera el millón de toneladas, lo que posiciona al país con gran potencial de crecimiento en este rubro.
Cristaldo remarcó que el avance de la agricultura paraguaya no fue casual, sino el resultado de una combinación de innovación tecnológica y buenas prácticas ambientales. “Para nosotros, producción y ambiente no son antagónicos, son complementarios. El productor es el más interesado en conservar sus recursos, porque de eso vive”, afirmó.
Cristaldo recordó que en la década del 90 la adopción del sistema de siembra directa revolucionó la forma de producir. Este modelo, basado en la rotación de cultivos y el uso de abonos verdes, permitió reducir la erosión, conservar los suelos y mejorar su fertilidad. “Hoy en Europa hablan de agricultura regenerativa, pero Paraguay ya la viene aplicando hace 30 años”, puntualizó.
A ello se sumó la mecanización en los 80, la biotecnología en los 2000 y la capacitación constante de los productores, que supieron asumir los riesgos de un negocio sujeto a los vaivenes del mercado internacional.
Uno de los temas actuales que enfrenta el sector es la trazabilidad, en particular por las nuevas exigencias de la Unión Europea (UE). Cristaldo indicó que Paraguay tiene condiciones para cumplir con la legislación que prohíbe importar productos asociados a la deforestación, ya que “el 99,9% de la soja sembrada en 2022 provino de tierras habilitadas antes del 31 de diciembre de 2020”, agregó.
Sin embargo, el gran cuello de botella es de carácter operativo: la segregación absoluta de granos en los centros de acopio. “Nuestros silos y secadoras están diseñados con una sola línea de recepción, y en plena cosecha llegan cientos de camiones en un mismo día. Eso hace prácticamente imposible separar al 100% la producción destinada a Europa de la que va a otros mercados”, advirtió.
Por ello, recomendó a los productores informarse bien antes de firmar contratos de venta a la UE, para no comprometerse con condiciones difíciles de cumplir.
Metas y futuro agrícola
De cara a los próximos cinco años, Cristaldo proyecta que el país pueda superar las 15 millones de toneladas en soja y alcanzar las 10 millones de toneladas en maíz, consolidando ambos cultivos como pilares del agro. El arroz, por su parte, tiene margen para expandirse de las actuales 200.000 hectáreas a más de un millón, siempre que se asegure el manejo adecuado del agua.
El gran desafío está en el Chaco, donde la agricultura todavía se encuentra en una fase pionera. La falta de variedades adaptadas y de infraestructura hídrica limita el potencial, pero el gremio visualiza allí un futuro promisorio. “Si se logra avanzar en manejo del agua y adaptación de cultivos, el Chaco puede convertirse en un motor de expansión agrícola, complementando la producción ganadera”, resaltó.
En el Día Mundial de la Agricultura, Paraguay tiene motivos para celebrar: en tres décadas multiplicó por ocho su producción de granos, apostó por la innovación y se posicionó como un actor competitivo en el mercado global. Los retos, como la trazabilidad y el desarrollo del Chaco, están sobre la mesa, pero la experiencia del sector demuestra que los productores saben enfrentar desafíos con resiliencia y visión de futuro.
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