El empresario tiene posgrados de la Universidad Austral en Buenos Aires, cursos en EE.UU. y Europa. Además fue tesorero por cuatro años y presidente en el 2020 de la Confederación Inmobiliaria de Latinoamérica (CILA). Es presidente de la Cámara Nacional de Comercio y Servicios de Paraguay (Cncsp) -y miembro de Feprinco-, y presidente de la Cámara de Empresas Loteadoras e Inmobiliarias (Capeli). Es actualmente presidente de la firma inmobiliaria.
¿Cómo empezó su carrera empresarial?
Empecé trabajando en diferentes rubros financieros, principalmente, y cuando mi padre decidió formar la empresa familiar, nos reunió a los hijos que trabajábamos en distintos ámbitos y así comenzamos con Raíces Real Estate, compañía que se enfoca en proyectos urbanísticos y de loteamientos en más de 30 municipios, además del desarrollo de barrios cerrados de gran escala.
¿Qué obstáculos encontró para desarrollarse como empresario?
Todos los días hay obstáculos, por la burocracia de las instituciones públicas, porque no todas las herramientas están disponibles, porque el mercado es más pequeño en Paraguay. Los obstáculos siempre están ahí, nunca se acaban, pero creo que uno tiene que desarrollar el músculo de esperarlos con actitud positiva para vencerlos. Eso es lo divertido de ser empresario.
¿Cuál considera que es su mayor éxito como empresario?
Mi éxito se traduce en haber formado un equipo de trabajo altamente eficiente, que fue el resultado de mirar a largo plazo, como son los proyectos inmobiliarios. Eso nos permite invertir mucho en nuestra gente, en capacitación, en formar líderes. Ese es el secreto: formar una cultura de trabajo y de innovación.
¿Qué bondades y defectos tiene el empresario paraguayo?
Me cuesta hablar de todos los empresarios porque puedo ser injusto. Lo que puedo decir es que las virtudes que tenemos con mis hermanos es la mirada positiva hacia el futuro, pero con los pies sobre la tierra. Hay que considerar los mecanismos de mitigación de riesgos porque cuando uno emprende un negocio inmobiliario es imposible predecir lo que va a pasar dentro de cinco o 10 años. Son plazos tan largos que uno debe concentrarse no solo en tratar de definir los problemas que van a aparecer, sino en tener las herramientas disponibles y pensadas.
¿Qué consejo le hubiera gustado recibir cuando estaba iniciando su carrera empresarial y se lo daría a otro empresario ahora?
Mis hermanos y yo tuvimos la bendición de que nuestros padres nos inculcaron la filosofía del trabajo y de enseñar a través del ejemplo, que es la mejor forma de enseñar, pero que implica mayor responsabilidad. La filosofía del respeto a las personas, al medioambiente, al cliente y a sus sueños se traduce en un concepto de responsabilidad para hacer las cosas bien.
Pero lo que uno emprende, aunque pudo haber salido muy bien, se va a repetir en la siguiente oportunidad. Una mirada a largo plazo permite saber que van a haber momentos difíciles y otros buenos. Y es en los momentos difíciles cuando se conoce al buen empresario, porque es cuando se remanga y pone el pecho. Saber navegar esos momentos difíciles, que es lo que realmente te consolida como empresa, como empresario.
Del éxito no se aprende mucho, se aprende del error. El error es una inversión si uno sabe capitalizarlo, y si bien es imposible no cometerlos, la diferencia está en saber convertirlo en una nueva fortaleza.
El empresario actual ¿debe tener alguna formación profesional relacionada con el mundo de los negocios?
La formación no es solo necesaria sino constante. A lo largo de mi trayectoria empresarial no solamente tuve la formación típica universitaria, los posgrados. Habré hecho centenas de cursos, pero sigo leyendo libros y vinculado a las mejores plataformas. Uno aprende a partir de ver cómo hacen negocios en otros mercados. La conclusión es que la capacitación no solo es clave e importante sino que debe ser constante.
¿Es el Estado un aliado o un problema para el empresario? ¿Qué le reclamaría?
El Estado está en una situación complicada en términos de favorecer y simplificar porque no se ha invertido en la digitalización de los procesos y un trámite es una pérdida de tiempo enorme de tiempo y de dinero. Entonces, es un obstáculo y el desafío que tenemos como sociedad es ponernos de acuerdo con las reformas que tenemos que hacer para que el Estado sea un promotor, un facilitador de negocios.
¿Un libro que todo CEO o gerente general debería leer al menos una vez en su vida?
Hay tantos. Uno muy interesante es La Tierra es plana, de Thomas L. Friedman, un libro disruptivo en su momento pero que sigue vigente. Los libros de los procesos de calidad también son muy interesantes, los de Toyota, los de Six Sigma.
¿Cuál es su recomendación para mantener a su equipo motivado?
Lo primero es tener una cultura organizacional de transparencia y de meritocracia; después, tener incentivos orientados hacia resultados y objetivos claros, al mérito por el esfuerzo, y sobre todo a la innovación y a las nuevas ideas. Contamos en la empresa con un sistema de medición 360, en el que los colaboradores evalúan a sus jefes y viceversa. Eso crea una cultura de respeto en la que el que progresa es el que merece. Y hay que ofrecer una remuneración, premios e incentivos en función a los resultados de la empresa.
¿Cómo lidia con el estrés que produce la actividad empresarial?
Es un estrés pero no lidio con él. Para mí es la sal que le da sabor a la vida, y creo que ese estrés es hasta necesario. No lo veo como estrés sino como un mecanismo de incentivo para moverse, hacer, resolver los problemas. Pero hay que saber dosificar las horas entre la familia, los amigos y la empresa, encontrar un equilibrio sano.
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