¿Qué opinión tiene sobre la instalación de bicisendas en el centro de Asunción?
La ciudad es un escenario complejo en el que convergen infinidad de intereses y puntos de vista. Esa pluralidad es la esencia misma de la vida urbana. Pasa que sin embargo, en realidad estamos presos de una visión donde se sitúa falsamente al automóvil individual como la única solución aceptable de movilidad urbana.
Esta visión excluyente y hegemónica no es gratuita ni es casual: llevamos al menos durante las últimas ocho décadas un intenso, permanente y sistemático proceso de desmontaje de los sistemas de transporte colectivo urbano eléctrico, con el argumento de que entorpecen el tránsito, un proceso de expansión de la industria automotriz que logró posicionar al automóvil como un objeto del deseo, como una expresión de estatus, en un aspiracional por excelencia y en un supuesto símbolo de libertad.
A pesar de todos sus defectos, creo que la implantación de las bicisendas tiene un efecto positivo, solo que se pretende hacerla sin molestar a los que creen que no hay otro modo de moverse si no es en automóvil. Pasa que, como ocurre con todos los que tienen privilegios, ven los derechos de los demás como amenaza o disminución de sus privilegios.
¿Le parece que desestimular el uso del vehículo particular y limitar espacios de estacionamiento en el microcentro perjudica a los comercios?
Es exactamente al revés. Nuestra visión está tan distorsionada y estamos tan enceguecidos con la idea de que todo debe girar en torno al automóvil, que los mismos comerciantes, que son los principales perjudicados con la invasión de autos en el centro, son los que quieren que el auto llegue hasta la puerta de su negocio. Hay cientos de casos y es algo empírica y estadísticamente comprobado que es al revés: los comerciantes se benefician con la peatonalización y el uso de la bicicleta.
Lo que mata al centro -en todas las ciudades- es la invasión salvaje del auto, no la limitación de éste. Es por eso que en todas las ciudades más o menos serias se han implantado medidas de diferentes tipos para limitar esa invasión que mata y degrada la calidad de vida.
¿Poner bicisendas debe tener también un acompañamiento de transporte público de pasajeros?
Es obvio que el transporte público decente es una prioridad absoluta, pero ese reconocimiento no nos debe llevar a castigar al eslabón más débil de la cadena, como son los peatones y los automovilistas. Esa posición es hipócrita porque en realidad se alinea al lado de los que tienen un privilegio desmedido en cuanto al uso de las vías de circulación. Si las inversiones que las municipalidades destinan a infraestructura para el más dañino de los sistemas de movilidad, se destinasen a fortalecer el transporte colectivo, las vías peatonales y las bicisendas, tendríamos ciudades con infinitamente más calidad de vida.
¿Cómo está viendo el debate que gira en torno a la instalación de la bicisenda que pasa sobre Palma?
Lo primero que llama la atención es el carácter de la polémica que se levantó: en torno a este tema se definieron posiciones llamativas e inclusive insólitas, a juzgar por los argumentos -en todo caso opiniones-, sin ninguna base racional, sin atenerse a datos y sin considerar experiencias en todo el mundo sobre el caso. Estas posiciones son llamativas porque se alinean en el mismo bando de las teorías conspirativas que afectan a otros asuntos de interés público.
Por otro lado, están las posiciones fundamentalistas, maximalistas e intransigentes, que, con toda justicia reclaman soluciones de fondo, como la implantación de un sistema de transporte público decente, pero que lo plantean como una prioridad excluyente, invalidando la iniciativa de las bicisendas y quedando alineados finalmente con el grupo de los conspiranoicos y libertarios fanáticos en su defensa del automóvil individual como la única solución posible de movilidad urbana.
¿Hacer peatonales en el microcentro sería conveniente para estimular el comercio, la vida social, disminuir la emisión de CO2, etc.?
Hace décadas que debería haberse instalado un circuito peatonal en el microcentro. Pero empezando por los propios comerciantes que creen equivocadamente que si hacemos que el auto llegue hasta la puerta de su negocio van a vender más, hasta la falta de planes verdaderamente serios y sistémicos, no pequeños parches ni medidas precarias y desconectadas, todos conspiraron en contra de hacer que el microcentro sea una zona amigable con la gente, no con el auto.
Dentro de ese encuadre de lo deseable, el microcentro -como se viene haciendo con éxito en una inmensa cantidad de ciudades en todo el mundo- debería ser solo para peatones y ciclistas. Está demostrado que juntamente con otras medidas, estas decisiones son básicas si queremos rescatar el microcentro.
Tu opinión enriquece este artículo:
JosBohSer JBS :
Hay que conocer a los autores de las publicaciones; Luis Boh es el nombre de mi padre. El que toma su nombre y autor de este artículo el su hijo = mi hermano; el mayor de los cuatro hermanos Boh Serafini. Su nombre es Luis Alberto Boh Serafini. La historia que refleja su cualidad moral se revela si se busca en google. En beneficio de la verdad, la justicia y la honestidad; verifique.
francisco solano nuñez duarte :
Estoy de acuerdo que el centro debe ser peatonal, pero nunca querer hacer creer que el peatón es igual a el ciclista, de las bicicletas tampoco se pueden transitar. Y si incluimos a los comerciantes... de que manera los compradores aventajarían transportar las mercaderías en las bicicletas? Creo que están claras las intenciones que se destacan en este artículo.
Nani Renault :
El entrevistado es usuario de las "bicisendas"? Las bicisendas, como todo, son aceptadas cuando son mejoras para el usuario. Este es un país muy caluroso, no se puede pensar en ir presentable a trabajar, en bicicleta, y la inseguridad que hay en el centro imposibilita que uno vaya tranquilo en bicicleta, a expensas de delincuentes que si no te asaltan, se robaran las bicicletas, o ambas cosas. Además una bicisenda debería ir desde Madame Lynch hasta Colón, y hoy día debería llegar hasta los edificios públicos del puerto. Lo que han hecho son lugares de paseo en bicicleta que no concuerdan con lo que el entrevistado propone. Al centro lo mataron con los parquímetros y con la falta de lugares para estacionar, y después achicaron las calles para poner faroles y bancos que nadie usa. Si no saben qué hacer, contraten asesores capaces.