Esta ubicación no es un dato menor: se traduce directamente en un menor costo para financiar la deuda pública, atrae inversión extranjera y genera un entorno macroeconómico más previsible para el sector privado.
La metodología detrás de esta cifra, como explicó el economista Jorge Garicoche, es práctica y sencilla. El indicador —frecuentemente el EMBI (Emerging Markets Bond Index) de JP Morgan— compara el rendimiento de los bonos de un país con el de los bonos del Tesoro de Estados Unidos, considerados "libres de riesgo". “Cuanto más lejos estás, es decir, cuanto más caro cuesta emitir que Estados Unidos, es porque los mercados te ven como mucho más riesgoso”, sostuvo Garicoche.
El economista destacó un elemento significativo al analizar la trayectoria paraguaya: la comparación con Bolivia. “Allá por el 2015-2016 y hasta la prepandemia, Bolivia y Paraguay se encontraban en un mismo nivel”, recordó. Sin embargo, la crisis global expuso problemas de sostenibilidad del modelo boliviano, marcado por grandes inversiones públicas financiadas con recursos del Banco Central y con reservas internacionales.
Esta estabilidad de largo plazo es precisamente lo que valora el mercado y lo que subrayó el economista Sebastián García. Paraguay, explicó, logró consolidar una conocida “estabilidad macroeconómica” que hoy se percibe como política de Estado. Esto significa que es “un país previsible para pagar deudas”, con un control razonable de la inflación, cumplimiento de metas fiscales y un buen nivel de reservas monetarias. García reconoce que este modelo tiene “aristas discutibles” y efectos colaterales en el crecimiento y la distribución, pero desde la óptica financiera internacional, ofrece la previsibilidad que los capitales buscan.
Como mencionó García, los componentes políticos también aportan estabilidad y previsibilidad, a pesar de sus aspectos discutibles. Un marco institucional estable, sin grandes convulsiones sociales o cambios regulatorios bruscos, reduce el llamado “riesgo político”, otro de los pilares del riesgo país que incluye la gobernabilidad y la seguridad jurídica.
Mientras Paraguay y sus pares de bajo riesgo disfrutan de un acceso relativamente económico al crédito, países como Argentina o Venezuela enfrentan primas de riesgo que superan los 600 o incluso miles de puntos, lo que encarece drásticamente cualquier financiamiento y ahuyenta a las inversiones. Esta divergencia muestra cómo las decisiones de política económica y la solidez institucional —o la falta de ellas— tienen consecuencias tangibles y costosas en el largo plazo.
En definitiva, la posición de Paraguay en el ranking de riesgo país es un activo invaluable, pero no indestructible. Es el reflejo de años de disciplina macroeconómica, pero también una advertencia de que esa confianza debe renovarse constantemente. Como concluyó Jorge Garicoche, el desafío es hacer las tareas pendientes, controlar los gastos y ajustar los ingresos para que las finanzas públicas reflejen de manera permanente la estabilidad que hoy reconoce el mundo.
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