Antes de viajar, surgió un debate casi filosófico entre los más fanáticos pescadores del grupo. Algunos sostenían que deberíamos utilizar carnadas, para asegurar resultados. “Algo siempre vas a sacar”, decían. Otros defendían el uso del señuelo en esta ocasión, ya que si bien no garantiza nada, apunta a peces más grandes y específicos, como el famoso y preciado surubí.
Y ahí fue cuando me hizo clic el paralelismo, con el mundo de la estrategia publicitaria y comunicacional.
¿Carnada o señuelo?
En comunicación muchas veces nos enfrentamos al mismo dilema. ¿Hacemos algo que garantice alcance y volumen, o algo más focalizado pero con mayor potencial estratégico?
La carnada, en este caso, es el contenido masivo, diseñado para atraer a muchos. Publicaciones genéricas, frases hechas, formatos “que funcionan”. Pican más, pero suelen ser peces pequeños. Visibilidad sin profundidad.
El señuelo, en cambio, es la segmentación afinada, el mensaje pensado para un público específico, el contenido que interpela. Tal vez no pique enseguida, pero si lo hace, lo que traés a la lancha puede valer la espera.
¿A quién le estamos hablando?
Lo primero, como en la pesca, es saber a qué vamos. ¿Queremos cantidad o calidad? ¿Buscamos instalar un tema, generar conversación, posicionar una marca o lograr una conversión?
Sin un objetivo concreto, todo vale y a la vez nada sirve.
Una estrategia de comunicación bien pensada arranca por ahí: saber qué queremos lograr y con quién queremos conectar. No es tirar mensajes al agua y ver qué pasa. Se trata de entender dónde están las personas a las que apuntamos, qué las motiva, qué las detiene y cómo hacemos para atraerlas sin espantarlas.
No todos pican igual
Un mismo mensaje no genera el mismo efecto en públicos distintos. Y en un entorno saturado, donde todos quieren llamar la atención, el verdadero diferencial no está en gritar más fuerte, sino en elegir mejor el estímulo.
Lo que atrae a un grupo puede ser indiferente o hasta molesto para otro.
Lo que genera clics no siempre se traduce en confianza.
Lo que da likes muchas veces no construye reputación.
El buen comunicador —como el buen pescador— sabe cuándo cambiar de estrategia, cuándo esperar, cuándo mover el señuelo y cuándo quedarse quieto.
Campañas que no pescan
A veces vemos campañas con mucha inversión, presencia en todos los medios y formatos de última generación, pero no pescan nada. ¿Por qué? Porque no estudiaron o entendieron al “pez”. Porque eligieron mal el lugar, el momento o el tipo de señuelo. O porque simplemente lanzaron para probar suerte.
Y en otros casos, una pequeña acción, bien pensada y bien dirigida, puede lograr resultados impresionantes, incluso sin gran despliegue ni recursos. ¿Cuál es la diferencia? El enfoque.
Pescar y comunicar
No hay una sola forma correcta de comunicar. Como en la pesca, hay técnicas, contextos, corrientes que cambian. Pero hay una premisa que siempre se mantiene en ambas, y es saber dónde, cómo y con qué.
Una estrategia comunicacional no es solo creatividad ni presupuesto. Es entender al público, elegir el canal correcto y diseñar mensajes a partir de los objetivos. Es, en definitiva, tener claro si preferís con carnada o si apostás al señuelo.
Comunicar no es llenar de contenido las redes ni multiplicar posteos sin sentido. Es pensar, elegir, ajustar. Es asumir que no siempre gana el que lanza más veces, sino el que entiende dónde está el pez, en qué momento y con qué pica.
Porque al final del día, en comunicación —como en la pesca— no se trata de sacar algo a toda costa, sino lo que realmente se busca.
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