Banga fue directo: "La agricultura siempre fue clave para el desarrollo, pero hoy el desafío es convertirla en un motor de empleo e ingresos". Su propuesta parte de una realidad contundente: 500 millones de pequeños agricultores producen el 80% de los alimentos del mundo, pero la mayoría sigue atrapada en la subsistencia, sin acceso a crédito, tecnología ni seguros agrícolas.
Actualmente, dos de cada tres personas en los países de ingreso bajo trabajan en la agricultura, y para 2050 la producción global de alimentos deberá aumentar 30% para poder alimentar a una población que superará los 10.000 millones de habitantes. El desafío no es menor, y de ahí la urgencia de coordinar esfuerzos entre gobiernos, organismos internacionales y el sector privado.
El presidente del GBM puso ejemplos concretos: la cooperativa Amul en India, que transformó a uno de los países con mayor escasez de leche en el principal productor mundial gracias a la organización de pequeños ganaderos y una sólida cadena de valor. Ese tipo de modelo —basado en cooperación, tecnología y acceso a mercado— es perfectamente replicable en Paraguay, donde los productores familiares representan cerca del 90% de las fincas y son responsables de gran parte de los alimentos que llegan al mercado local.
El desafío, explicó Banga, está en "robar sin vergüenza y compartir sin problemas": adoptar lo que ya funcionó en otros países y escalarlo con políticas públicas e inversión privada coordinada.
En ese contexto, Paraguay podría aprovechar AgriConnect para potenciar su propio proceso de diversificación agroindustrial. El país ya muestra un avance sostenido en rubros como la piscicultura, la horticultura tecnificada y los granos con valor agregado. Pero aún tiene una brecha importante en infraestructura de riego, electrificación rural y acceso al crédito agrícola.
Durante el evento, los principales organismos multilaterales reforzaron su compromiso con la iniciativa. El Banco Africano de Desarrollo, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el FIDA anunciaron planes de expansión de fondos y apoyo técnico para pequeños productores. En el caso del BID, su presidente Ilan Goldfajn adelantó que el organismo duplicará su financiamiento agrícola anual a US$ 1.200 millones y buscará conectar al 60% de los agricultores latinoamericanos a nuevas cadenas de valor.
Para Paraguay, ese contexto es estratégico. En la última década, el país multiplicó sus exportaciones agrícolas y agroindustriales, pero enfrenta el reto de consolidar una agricultura moderna e inclusiva que combine innovación con sostenibilidad.
Los nuevos ecosistemas agroindustriales, impulsados por AgriConnect, coinciden con los esfuerzos locales por integrar tecnología, digitalización y valor agregado en la producción. Proyectos como Pira Innova, que promueve el sistema Biofloc en acuicultura, o las experiencias de cooperativas arroceras y hortícolas del interior, demuestran que el modelo paraguayo tiene base para escalar si cuenta con financiamiento y conectividad.
Con su tradición agrícola, disponibilidad de tierras fértiles y energía abundante, Paraguay tiene todos los ingredientes que Banga mencionó como esenciales: tierra, sol, agua y gente. Lo que falta, como planteó el líder del GBM, es una estrategia coordinada para conectar al pequeño productor con los mercados globales, con acceso a crédito, seguros agrícolas y herramientas digitales.
Si el país logra articular su potencial productivo con programas globales como AgriConnect, podría no solo mejorar su competitividad, sino también posicionarse como modelo regional de agricultura sostenible y de inclusión social, contribuyendo al enorme desafío de alimentar a 10.000 millones de personas en las próximas décadas.
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